07/Sep/2024
Editoriales

Las Milicias Negras en América. Y su Causa Independentista en México (Segunda Parte)

En el período post-independentista se abrió la posibilidad de que los afroamericanos pudieran redefinir su subordinación social, económica y política buscando vías de ascenso ofrecidas como derechos civiles y políticos. Según Andrews, aunque «negros y mulatos habían luchado en las guerras de independencia» por estos derechos, continuarían haciéndolo durante el siglo xix.- (Andrews, 2004: 92-93).

 

 La ciudadanía y los derechos fundamentales en las nuevas naciones, tal y como los afrodescendientes los concibieron, constituyeron su principal objetivo. «Una y otra vez», explica Andrews, estas metas explican sus luchas durante el período independentista. En Cartagena de Indias, hombres y mujeres negros libres se dieron a sí mismos el título de “ciudadano” cuando se inscribieron en los registros parroquiales de bautismo, casamiento, y óbito. Iniciaban así una tradición de auto-identificación que los afrocolombianos exhibieron durante los tres primeros cuartos del siglo xix. Pero esto iba más allá de una simple etiqueta en el proceso de autoafirmación negra a través del hemisferio.

 Andrews argumenta que «los liberales afro-panameños», por ejemplo, esperaban su integración plena en la vida nacional después de la emancipación. Los afro- latinoamericanos redefinieron la ciudadanía para incluir a los no-blancos en la participación política plena, y estas expectativas trascendieron las fronteras nacionales de las Américas, porque la visión negra de la libertad, los derechos civiles y la ciudadanía demandó la inclusión completa en los nuevos Estados-Nación. 

 De acuerdo con Andrews, la «lucha por esa ciudadanía ampliada se llevó a cabo en parte a través de la política electoral y partidaria», pero «buena parte de Afro-Latinoamérica » luchó por adquirirla a través de la confrontación armada y la guerra civil, donde los milicianos negros prestaron sus cuerpos para el servicio militar y trataron de redefinir la ciudadanía como resultado del poder transformador del conflicto bélico. «País tras país los negros y mulatos libres formaron la columna vertebral de las rebeliones liberales, los movimientos guerrilleros y los ejércitos», reforzando las expectativas que vinculaban servicio militar y participación plena en las nuevas naciones. El nivel de compromiso de los participantes negros les Puso difícil a los observadores, argumenta Andrews, determinar si un levantamiento era una rebelión “negra” racialmente motivada, o el producto de una coalición liberal negra más amplia. Estos límites difusos llevaron a algunos blancos a temer una alianza con un movimiento demasiado negro.- (Andrews, 2004: 93, 57-58, 63-64, 67,78, 83-88, 91).

 

 Andrews también afirma que la reluctancia de los blancos a abrazar movimientos «demasiado negros» se hizo evidente en Brasil en 1817 y 1828, evocando los miedos hemisféricos hacia la «haitianización» de su movimiento. Al miedo hacia lo demasiado negro también se le llamaba «guerra de castas», o en su «versión local», «guerra de razas» (Andrews, 2004: 94-98). Todos estos

Términos codificaron los miedos blancos del poder negro, la participación plena de los afrodescendientes en los ámbitos político, social y económico de la construcción del Estado nacional. 

 

 Como rasgo central del proyecto negro de participación plena en ese proceso, Andrews observa que «la mayoría de negros y mulatos políticamente activos se identificaron con el liberalismo». Su compromiso con esta opción tuvo consecuencias mayores para la historia política de la región, incluyendo el triunfo eventual del liberalismo a través de la América Española, el cual llevó al poder a casi todos los presidentes negros y mulatos  del siglo xix en Argentina, México, Ecuador, Venezuela y la República Dominicana. -(Los presidentes fueron Bernardino Rivadavia (Argentina, 1825-1827), Vicente Guerrero (México, 1829), Vicente Roca (Ecuador, 1845-1849), Joaquín Crespo (Venezuela, 1884-1886, 1892-1897) y Ulises Heureaux (República Dominicana, 1882-1884, 1887-1889, 1889-1899) (Andrews, 2004: 99).

 

 La victoria del liberalismo, sin embargo, trajo pírricas recompensas para los negros. Andrews afirma que el liberalismo triunfante se manifestó «de una forma que pocos liberales negros hubieran previsto o aprobado». El historiador Hendrik Kraay afirma que los milicianos negros tenían altas expectativas generadas durante su servicio militar: sentarse a cenar en la misma mesa que los nuevos líderes nacionales de las décadas de 1820 y 1830. Los liberales blancos, sin embargo, no reservaron un espacio para los milicianos negros en el nuevo orden, porque estos todavía representaban el opresivo pasado colonial.  

  Andrews afirma que el liberalismo decimonónico evolucionó por dos caminos paralelos. Ambos, el conservador y controlado por las élites y el «popular, fueron dominados por «intereses de las élites terratenientes  en la segunda mitad del siglo xix», quienes rápidamente aplicaron políticas sociales y económicas que socavaron la posición de los propios campesinos y trabajadores que les habían llevado al poder. Andrews, sin embargo, añade que la iniciativa negra cambió Latinoamérica durante el siglo xix. En las zonas de plantación de la América española, libertos y campesinos negros tuvieron éxito transformando las estructuras de su vida diaria al hacer por lo menos parcialmente real la amenaza de destrucción de la economía de plantación. Aunque la revolución negra no llegó a completarse durante el xix, «la combinación de la abolición, las continuas interrupciones causadas por las guerras civiles y el contenido anti-oligárquico del liberalismo radical» tuvieron un impacto decisivo. 

 Estos factores convergieron para producir un decisivo realineamiento de las relaciones de poder entre propietarios de tierras, esclavos, libertos y campesinos. Las nuevas correlaciones permitieron a los afro-latinoamericanos «redefinir», especialmente entre 1820 y 1870, sus «condiciones de vida y trabajo en las áreas de plantación». Andrews afirma asimismo que las luchas de los liberales negros no fueron en vano, ya que el proyecto negro de redefinir la libertad, la ciudadanía y el estatus generó una tradición de movilización política anti-oligárquica que ayudaría más tarde a crear el movimiento político más importante en el siglo xx latinoamericano: el populismo obrerista.-   (Andrews, 2004: 99-106).

 La guerra, el principal mecanismo de los milicianos negros y en general de los afrodescendientes para cambiar Latinoamérica, concluye Andrews, «creó las condiciones para la emancipación negra en la América española». Los esclavizados, los afrodescendientes libres y los milicianos negros usaron las guerras para derrocar las restricciones coloniales sobre su libertad, produciendo simultáneamente la primera gran ola de reforma social y política en la historia de América Latina. Las guerras civiles y de independencia también redujeron la capacidad de los terratenientes y los gobiernos de controlar a los trabajadores y los campesinos negros, quienes conquistaron la libertad legal al tiempo que la guerra transformaba las sociedades coloniales del hemisferio occidental hacia mediados de siglo. Los milicianos negros lideraron el proyecto de lucha por la libertad en sus respectivas naciones. Se unieron a los esclavos negros y los libertos, tomando la iniciativa para eliminar la esclavitud, definir la libertad, establecer unos estándares de ciudadanía y participar en la construcción nacional del siglo xix. 

  La guerra y el liberalismo también hicieron posible que los afrodescendientes redefinieran las relaciones de trabajo a medida que los ex esclavos y los negros y mulatos libres «negociaban con los antiguos amos, los actuales patrones y los funcionarios del Estado desde una posición más fuerte de lo que jamás había sido, o de lo que jamás sería».- (Andrews, 2004: 100, 106-115). 

 

 Los gobiernos nacionales y coloniales devinieron un actor clave en la definición de la libertad, la ciudadanía y las relaciones laborales, al tiempo que los milicianos negros, y en general todos los afrodescendientes, exploraban los límites del liberalismo para avanzar sus intereses en temas de ciudadanía, libertad, trabajo y control sobre el cuerpo negro. 

 

De la Nueva España al México Independiente

 

 Por otra parte María Elisa Velázquez y Gabriela Iturralde en su libro afrodescendientes en México las autoras relatan cómo se fue enraizando el aporte de la población afrodescendiente en todos los ámbitos de la vida nacional en distintos momentos de la historia en «particular sobre las milicias».

  Las autoras aseveran que la  historia de las personas africanas en nuestro país se remonta al periodo virreinal cuando en mercados, plazas, iglesias, talleres de trabajo, procesiones, fandangos, o cocinas convivieron mujeres y hombres nahuas, otomíes o mayas con españoles de varias regiones o también con mandingos, wolofs de áfrica occidental y bantúes. Lenguas, costumbres, creencias y formas de vestir curar o cocinar de distintos grupos se intercambiaron desde el siglo xvi cuando de manera forzada empezaron a arribar a la nueva España. 

  Desde el inicio de la época colonial fue importante para los gobiernos virreinales garantizar la seguridad de los territorios conquistados y protegerlos de las sublevaciones de los indígenas y, sobre todo, del ataque de los piratas y las potencias extranjeras. « La corona poco se ocupó de mantener o fortalecer un ejército regular en la nueva España y las tareas de defensa del territorio se entregaron casi por completo a las milicias».- (es una referencia básica sobre las milicias de pardos y mulatos de Ben Vinson “los milicianos pardos y la construcción de la raza en el México colonial” signos históricos, volumen 2 numero. Junio-diciembre 2000 pp.87-106).

 Como se ha comentado las milicias, cuerpos militares no remunerados alimentados por trabajo voluntario o a través de la leva forzosa, se establecieron en los territorios coloniales a partir de que la corona emitió, el 7 de octubre de 1540, una real cédula en la que convocaba a los colonos americanos a formar la milicia. Las primeras milicias, que no recibieron pago alguno y fueron carentes de disciplina, se conocieron como compañías milicianas urbanas, pues sus miembros se reclutaban generalmente en las principales villas y ciudades. Puesto que el reclutamiento forzoso causaba que se abandonaran propiedades y ocupaciones, colonos españoles y criollos enviaron a sus esclavos a cumplir con ese servicio militar. Fue así que empezó la incorporación a las milicias  de negros y mulatos.

 La presencia de africanos y afrodescendientes en las milicias, primero de esclavos y más delante de mulatos y pardos libres, siempre causó polémica: por una parte se señalan las ventajas de que sean parte de las fuerzas de defensa del territorio, pero también se manifiestan los miedos ante el poder que pudieran obtener estos grupos y el riesgo de tumultos o sublevaciones. «Desde la perspectiva del gobierno español eran poco confiables y susceptibles de insubordinarse, y por otro, la necesidad de emplearlos en la custodia personal de las autoridades, en el control de levantamientos como el de Guanajuato en 1767 o bien, en la protección y defensa de las costas o fronteras del imperio amenazadas por Inglaterra».

 En el siglo XVIII, la corona española empieza a tener serios problemas para controlar sus territorios. El creciente poderío del imperio británico, demostrado sobre todo en la ocupación inglesa de la Habana, Manila, y la Florida, obliga a crear en la Nueva España y en el resto del continente americano, un ejército regular más vigoroso y fortalecer las milicias locales, las reformas borbónicas dictan medidas para que los milicianos se incorporen como tropa regular del ejército virreinal. Esta medida, en particular a partir de 1765, otorga a los pardos y mulatos la posibilidad  de ascender  socialmente mediante su incorporación a la carrera militar profesional y de esa manera, puedan acceder a los privilegios y fueros reservados para los militares.

  Los afrodescendientes participaron en esas milicias a lo largo del territorio colonial, distribuidos en compañías de pardos y mulatos libres en regiones de lo que hoy conocemos como Veracruz, Puebla, Campeche, Ciudad de México, Guadalajara, Guerrero, y Oaxaca. Ocuparon puestos de autoridad en las milicias, se beneficiaron de la exención del pago de impuestos y se libraron de los azotes en la vía pública- «castigo habitual para indígenas y negros durante la colonia ». La participación en las milicias permitió a muchos mulatos y negros libres mejorar su prestigio y la posición social de sus familias.

 La población de origen africano, al igual que los demás habitantes de la nueva España, tomó distintas posiciones con respecto al estallido del movimiento insurgente de 1810. Su reacción frente a las proclamas de independencia y a las convocatorias a la sublevación armada dependió de varios factores sociales y económicos y de decisiones familiares o individuales. Por ejemplo, es conocido el papel que desempeñaron las milicias de mulatos y pardos en la defensa del puerto de Veracruz frente a la amenaza de un ataque de las tropas realistas. En la costa chica de Oaxaca y Guerrero, en contraste, los afrodescendientes estuvieron más vinculados a los ejércitos realistas. – (Peter Guardino.” Las bases sociales de la insurgencia en la costa grande de Guerrero”).

  Por otra parte, el apoyo de la población afrodescendiente a la causa independentista más reconocido y documentado es el de las tropas de José María Morelos tras su reunión en octubre de 1810 con el cura Hidalgo en Valladolid, Morelos se comprometió a levantar el movimiento - insurgente en la tierra caliente del pacifico. En sus filas se contaban dueños de haciendas que fungían como jefes rebeldes e insurgentes errantes, mulatos en su mayoría. -(John Tutino. “de la insurrección a la revolución en México” 1990).

 

 A principios de 1815 Vicente Guerrero comisionó a Juan del Carmen, negro costeño, para que levantara en armas a la costa. La gestión de éste tuvo mucho éxito al recoger armas a realistas y aprehender a algunos jefes que habían peleado con Reguera. Acciones parecidas se realizaron en otros lugares de Oaxaca como Acatlán, Terán y Cuicatlan.

  Muchos afrodescendientes como Morelos, Vicente Guerrero, o Juan Álvarez, fueron componentes esenciales de la lucha insurgente y aunque sus nombres y participación son reconocidos en la historia de México, poco o nada se dice sobre su ascendencia africana. La independencia abolió la esclavitud y promulgo la igualdad de todos los mexicanos, sin distinciones. Sin embargo paradójicamente el nuevo proyecto de nación menosprecio la participación de las personas africanas en la historia y el presente de la nueva nación mexicana. Existieron  muchos casos de discriminación racial según algunos historiadores.- como:

 Cuando Bustamante quiso resaltar las virtudes de Guerrero en oposición al despotismo de Iturbide, enfatizó su papel en la insurgencia, como una de las principales figuras políticas del momento, como luchador incansable y defensor de la Independencia, ejemplo a seguir y figura opuesta al emperador. Sin embargo, en el momento en que se convirtió en su opositor político, el primer insulto al que recurrió fue su origen racial. Con ello, Bustamante parece querer convertir a Guerrero en el "Otro", diferenciándolo de la élite política de la capital y atribuyéndole maldad simplemente por su origen africano. 

 Lo mismo ocurre con las referencias a los seguidores de Vicente Guerrero y Juan Álvarez. Por su rivalidad política, los conservadores representaron a los afro-mexicanos que apoyaron a Guerrero y a Álvarez como individuos malvados que allá donde iban sembraban violencia y destrucción. En  lugar de referirse al grupo por sus ideales políticos o su origen geográfico, los definieron por su origen racial: los pintos. Así, los convierten en una alteridad, en un elemento ajeno a la realidad mexicana —siendo ésta la realidad de la élite de la capital— y caracterizado únicamente por sus acciones negativas. De esta manera, aunque el sistema de castas había desaparecido, en la mentalidad de la élite conservadora capitalina, el origen africano seguía siendo un insulto, una explicación de la maldad y la violencia y un elemento ajeno a lo mexicano.

  A pesar de que se prohibieron las diferencias de castas y calidades en el México independiente, las distinciones y desigualdades sociales continuaron y se incrementaron en ciertos periodos ante las adversas condiciones económicas y el desarrollo del racismo. Sin embargo los afrodescendientes siguieron formando parte de la nueva nación, participando en actividades y empresas económicas en el campo y la ciudad como lo habían hecho en la época colonial. Con el correr de los años, el mestizaje entre diferentes sectores sociales terminó por asimilar al grupo de los afro-mestizos.

 

 *Nota: las afirmaciones "pardo, negro, moreno, indios, esclavos" se remite a las expresiones de las fuentes; no se pretende implicar ninguna connotación peyorativa.

 *Todos los derechos reservados para los autores de texto y fotografía mencionados.