10/May/2024
Editoriales

Hay de gorilas a gorilas

Cuando el presidente francés Charles de Gaulle visitó en 1964 la capital de Colombia, a ningún colombiano pasó desapercibido que todos sus guardaespaldas medían al menos dos metros de alto. 

Como nada es casual, vale explicar que el general De Gaulle medía un metro noventa y seis centímetros de altura, y la imagen de un guardaespaldas más bajo que la persona que cuida, no proyecta lo que buscan los jefes de seguridad de los mandatarios, aunque la estatura no sea representativa del valor de los hombres. 

Sin embargo, es incuestionable que los periodistas son muy perceptivos y juegan con las palabras para expresarse lo mejor posible. Así que fueron periodistas colombianos los que acuñaron el término ‘gorilato’ refiriéndose a quienes protegen a los mandatarios, aunque después se extendió a otros países para designar a los regímenes conducidos por tiranos golpistas surgidos de la milicia.

Entre los antropoides el Gorila es el más poderoso con ejemplares machos de 1.70 metros de alto y unos 200 kilogramos de peso.

En el siglo V adC hubo una expedición de 30 mil colonos al norte de África hasta Sierra Leona y Camerún, conducida por el navegante fenicio Hannón.

Este amigo relató durante el resto de su vida que, desde su barco vio en una isla a muchos individuos negros, enormes y peludos, a quienes denominó ‘gorillai’, término que viene del griego ‘gorgós’, que significa violento y terrible.

En 1884 el término Gorila se incorporó a nuestra lengua, y desde 1847, el naturalista norteamericano Thomas Savage describió al gorila en los mismos términos que hiciera Hannón, dicho 25 siglos antes.

La novela hecha película llamada King Kong describe a un destructor gorila gigantesco que se enamora de una bella chica.

Actualmente se han formado gorilatos entre las barras de aficionados fanáticos de su equipo de fútbol, en torno al negocio de la venta de drogas, al interior de las penitenciarías, incluso, hasta en las cámaras legislativas.