17/May/2024
Editoriales

Los ascensores suben… y bajan

Todas las comodidades tienen como objetivo hacer más fácil y agradable la vida humana. Subir escaleras es una incomodidad que se resolvió progresivamente desde la antigüedad gracias al invento de la polea del ingeniero Arquímedes.

Siglos después, el norteamericano Elisha Graves Otis (1811 – 1861) mejoró el concepto del ascensor inventando un sencillo y revolucionario dispositivo de seguridad. 

Porque para que un ascensor dé buen servicio, debe brindar un alto grado de seguridad.

En 1853 Otis presentó en la Exposición Universal de Nueva York, una demostración espectacular: se subía a un elevador que dejaban caer, deteniendo su caída mecánicamente, y él bajaba sonriente con su sombrero de copa puesto.

Posteriormente, en 1889, Leon Edoux instaló en la Torre de Eiffel un ascensor para subir 160 metros de altura. Y al mismo tiempo Siemens construyó el primer ascensor eléctrico que viajaba a una velocidad de dos metros por segundo, desbancando al francés Velayer que introducía elevadores con el principio de contrapesos.   

En las ciudades europeas se vive el problema de que sus antiguos y bellos edificios no cuentan con ascensor, y ahora se están instalando nuevos modelos con paredes de vidrio para que no tapen las hermosas fachadas.

El sistema y la marca Otis permitió la construcción de edificios altos, que estaban limitados a cinco pisos. 

En 1907 se edificó el rascacielos Singer, en Nueva York de más de 40 pisos, y en 1932 el más representativo de todos: el Empire State. 

Pese a su éxito, Otis murió extrañamente a los 49 años en la miseria y olvidado en Manhattan, lugar que debe a su invento haberse convertido en una ciudad vertical. 

Corre la especie de que beber en exceso propició su bancarrota, pero sus hijos quedaron al frente de Otis Brothers & Co. y las marcas Otis y Siemens continúan siendo las más populares, pese a que las orientales son más sofisticadas.