El ingeniero Carlos Martín del Castillo me regaló hace una docena de años un pisa papeles holandés para mi escritorio. Era muy bonito. De vidrio azul transparente con forma de piedra cónica y en su interior se veía una especie de nube con una figura de arte moderno que, al moverlo en forma de rotación, cambiaba a otras figuras interiores. Cómo me gustaba observarlo pues me servía de distractor en los obligados “brakes” de las lecturas.
Bien, pues resulta que en una reciente mudanza de oficina “se perdió” mi pisa papeles. Igual “se perdió” el reloj de pared que tocaba cada hora melodías de los Beatles. Extraño más el pisa papeles, y más extraño aquel Monterrey que podía uno confiar en la gente. ¿Cuándo cambiaremos el país si no podemos corregir siquiera el cotidiano bandolerismo hormiga?