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28 de agosto día del abuelo: la vejez diversa bajo el asedio de críticas, abandono y enfermedades

Esta fecha nos recuerda que la edad avanzada también es diversa pero además es una buena oportunidad para reflexionar sobre la importancia de generar políticas públicas en favor de las personas trans y erradicar prejuicios y estigmas sociales que puedan generar actitudes y/o acciones de violencia y discriminación.

Es esencial hablar sobre las personas trans y los factores que atraviesan e impactan de forma significativa su proceso de envejecimiento y sus vejeces. Ser trans define a un grupo diverso de personas cuyas identidades de género difieren en múltiples grados del sexo que se les asignó al nacer (Acosta, 2017).

En México, la esperanza de vida de las personas trans es de 35 años, a diferencia del resto de la población, que es de 74 años para los varones y 79 años para las mujeres; la diferencia es sustancial, por ello, es importante dilucidar cuáles son los factores que vulneran y aminoran la esperanza de vida de este colectivo.

Es necesario saber que la trayectoria de vida de las personas trans ha estado históricamente marcada por una serie de factores psicosociales adversos desde las primeras etapas de vida cuando se hace manifiesta su identidad y expresión de género, uno de estos factores es el rechazo y la exclusión familiar de que son parte. Esta situación las obliga a salir de casa a temprana edad, sin recursos, sin formación educativa y sin herramientas laborales, privándolas de su derecho a la familia y a la educación.

Ante ese panorama muchas personas trans (en su mayoría mujeres) se ven obligadas a ejercer el trabajo sexual como vía principal de subsistencia, debido a la falta de oportunidades laborales y económicas formales (negación basada en prejuicios que las estigmatizan y discriminan); esto origina que muchas de ellas dediquen gran parte de su vida al trabajo sexual hasta edades avanzadas o en economías informales, con desprotección social, sin derecho a la jubilación, exponiéndose a riesgos que llegan a vulnerar su salud a nivel físico, mental y emocional, acelerando un desgaste mayor y con ello un envejecimiento prematuro. Además, ejercer el trabajo sexual de forma insegura las coloca en riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS), siendo el VIH el de mayor prevalencia y mortalidad debido a la falta de acceso a tratamientos y atención médica de calidad.

Si bien se han logrado avances en materia jurídica como el reconocimiento de la Ley de la Identidad de Género en Ciudad de México, Michoacán, Nayarit, Coahuila, Colima, San Luis Potosí, Hidalgo, Oaxaca, Tlaxcala, Sonora, Chihuahua y Quintana Roo; a nivel social aún existen prejuicios que originan actitudes de estigmatización, discriminación y criminalización hacia las personas trans solo por el hecho de serlo. Esto ha creado rechazo, exclusión, acoso y persecución social, institucional y policial, impidiendo el pleno goce de sus derechos humanos y de su derecho a vivir una vida digna y libre de violencia.

Cabe destacar que México ocupa el segundo lugar en Transfeminicidios y crímenes de odio por razón de género a nivel mundial, además de los distintos tipos de violencia de los que son víctimas, como la violencia institucional, física, sexual y psicológica; esta situación deja entrever que la discriminación, la transfobia y la exclusión social son los principales factores que vulneran la esperanza de vida de las personas trans y con ello se les niega su derecho a la vejez.

Otro factor que ha atravesado de forma significativa la trayectoria de vida de este colectivo es el limitado acceso a los servicios de salud, así como la discriminación y patologización ejercida por profesionales de este ámbito, aunado a la precarización en la cual viven muchas de ellas y la falta de redes de apoyo (familiar y social) que impiden su acceso a condiciones materiales de vida óptimas que les permitan ejercer plenamente el autocuidado, la prevención de enfermedades y su derecho a tratamientos médicos. Algunas afecciones y situaciones de riesgo que atraviesan fuertemente la salud de este colectivo son:

No se cuentan cifras exactas del número de personas adultas mayores trans en México, dado que muchas de ellas no han realizado su cambio de identidad o no se asumieron como tal debido a los prejuicios y estigmas imperantes durante su juventud, otras más perdieron la vida a causa de la pandemia mundial por VIH-SIDA durante la década de los 80 (por el desconocimiento de la enfermedad y la falta de acceso a tratamiento), por lo cual, es difícil conocer cuáles son sus condiciones actuales, no obstante, cabe señalar que derivado de las desigualdades acumuladas a lo largo de su trayectoria de vida muchas personas trans están viviendo su vejeces en condiciones de precariedad, pobreza y desprotección laboral, social, económica y con redes de apoyo escasas, porque estas desigualdades se agudizan en esta etapa.

A este respecto, Samantha Flores, activista Trans de 89 años de edad, inauguró en 2012 “Laetus Vitae” (Vida Alegre), la primera casa de día para personas adultas mayores LGBTTTIQA en México (y la primera en América Latina). Samantha fundó este espacio con la intención de brindar un lugar de encuentro para las personas adultas mayores de la comunidad LGBTTTIQA y un espacio seguro donde se sientan en libertad de ser y expresarse, así como para establecer relaciones interpersonales y construir redes de apoyo.

Nuestra sociedad tiene una deuda histórica con este colectivo, nuestra responsabilidad es erradicar los prejuicios, el rechazo, la exclusión y la transfobia que han amenazado las vidas de las personas trans, para así lograr construir sociedades que asuman la diversidad sexual como lo normativo y como un componente inherente de la condición humana.

Nuestra responsabilidad es garantizar:

Un enfoque interseccional y con perspectiva de género sobre el proceso de envejecimiento de las personas trans permitirá construir estrategias que garanticen un envejecimiento y vejeces dignas para este colectivo. Recordemos que todas las vidas son dignas de ser vividas.

“El reto es cambiar cómo nos ven. Queremos ser vistas como personas que tienen derecho a soñar una vida de más de 35 años, a un trabajo digno, al acceso a la salud sin patologización, a que nuestras voces no sean tuteladas y no ser solo un mero objeto de estudio. Nuestra utopía es llegar a viejas, pero llegar bien.”