Internacional

Miles de menores inmigrantes viven solos y en las sombras

Roma - Afuera de una estación de trenes de Roma, inmigrantes adolescentes venden drogas que sacan de sus mochilas estudiantiles y ofrecen sexo por dinero o ropa. En la capital de Suecia, se roban comida de los supermercados y duermen en las calles. En la noche, en los campos de refugiados en la costa norte francesa, tratan de subirse en la parte trasera de los camiones que van rumbo a Gran Bretaña.

A lo largo y ancho de Europa está creciendo una población que no está en el radar de las autoridades: miles de menores migrantes que viven por su cuenta, sin sus familias. Nadie ni siquiera sabe cuántos son. Un estimado no muy certero de la policí­a europea, Europol, estima que al menos 10.000 niños se han esfumado de los refugios o de los centros de recepción.

Estos menores migrantes, solos en el Viejo Continente, se escapan de las costuras del sistema migratorio europeo, que está a reventar, y presentan uno de los más formidables retos de la crisis de migrantes. El hecho de que resulte tan difí­cil tener cifras certeras sobre el fenómeno refleja las deficiencias de los 28 paí­ses del bloque en la aplicación de leyes y normas diseñadas para proteger a las personas que buscan asilo en general y los menores no acompañados en particular. El alto volumen de inmigrantes que arribaron el año pasado al continente ha hecho visible un problema que no es nuevo.

Como los adultos, los menores migrantes están llegando a Europa por razones económicas y de seguridad personal, según comprobó The Associated Press en entrevistas realizadas con más de dos docenas de jóvenes inmigrantes. La pregunta es dónde van a parar.

Imran, un niño de 13 años oriundo de Afganistán, ha deambulado por ocho paí­ses, casi siempre a pie, y ahora está tratando ir de un campamento de refugiados en Calais, Francia, a Gran Bretaña. Nos cuenta su historia de manera educada, vestido con una sudadera donada limpia y en buen estado. Sólo sus tenis, a punto de romperse, y una sombra en su rostro arrojan pistas sobre lo dura que ha sido la vida con él, que está a años luz de sus sueños de ir a la "escuela de médicos".

Los talibanes mataron a su padre cuando tení­a ocho o nueve años, y a él lo amenazaron de muerte. Dijo que empezó a recibir cartas amenazantes a su casa. Atemorizada, su madre vendió el edificio que les daba de comer para pagar a los contrabandistas que prometieron llevarlo a Gran Bretaña con su tí­o.

La mayorí­a de las noches, Imran trata de colarse en alguna de las volquetas que van rumbo a Inglaterra, una peligrosa travesí­a que los afganos han bautizado como "ir al partido". Un adolescente afgano de 15 años murió en enero cuando sacó su cabeza de la parte trasera del camión y se golpeó contra un objeto en la carretera y el mes pasado un niño de siete años casi muere asfixiado. Fue descubierto cuando el camión cargado llegó a su destino. No es inusual ver a inmigrantes en muletas o con otras heridas sufridas al tratar de abordar los camiones mientras están en movimiento.

En el dí­a, Imran luce demacrado por la falta de sueño. No ha podido hablar con su mamá en meses y se refiere a la vida en 'La Jungla', como llaman al campo de refugiados, como una vida de "perros y gatos". Imran es un nombre ficticio porque la AP no usa los nombres de niños en sus historias para proteger su identidad.

"Lo más duro para mí­, lo primero, es mi madre. Lo segundo es la vida. Esta es una vida de mierda", dice en lo que llama el inglés de 'La Jungla'. "Si mi mamá me viera en 'La Jungla', se pondrí­a muy triste... No quiero decirle que estoy acá".

EL ESCAPE

En 2015, cerca de los 90.000 refugiados que buscaban asilo en la Unión Europea eran niños menores de 18 años, según la oficina de estadí­stica Eurostat. Es casi nueve veces la cantidad de hace tres años.