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Plan de salud saca a la luz falta de unidad de republicanos

WASHINGTON - El debate del Senado sobre la ley de salud lo dejó al desnudo: detrás de su arrogante consigna de derogar y reemplazar, los republicanos nunca se pusieron de acuerdo sobre una alternativa al Obamacare.

Eliminar un programa gubernamental que beneficia a millones es bastante difí­cil -por no decir casi imposible-, pero los republicanos multiplicaron las dificultades con sus propias divisiones internas, un presidente que no tiene polí­tica propia y una ampliación de la misión que se convirtió en una reforma del Medicaid, el programa de asistencia médica para los pobres o discapacitados, que los gobernadores republicanos no podí­an aceptar.

Los jefes republicanos confí­an en elaborar un proyecto de ley capaz de ganar los votos en el Congreso: al menos, eso dicen, pero todaví­a no saben cómo hacerlo ni qué incluir en el texto.

Las derivaciones del fracaso pondrí­an en peligro no solo otras prioridades republicanas como la reforma fiscal, sino también funciones elementales del gobierno tales como mantener en funcionamiento las agencias o elevar el lí­mite de endeudamiento federal.

Se suponí­a que la ley de salud serí­a relativamente fácil dado que los republicanos controlan tanto la Casa Blanca como el legislativo.

El partido gobernante, ávido por lograr una victoria legislativa rápida con la derogación y reemplazo de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (ACA por sus siglas en inglés), se encerró a elaborar un proyecto. Pero su desconocimiento de la complejidad del sector de la salud provocó el disgusto de las poderosas asociaciones médicas, hospitalarias y del seguro. La estrategia excluyó la posibilidad de ganar a los demócratas que comparten las inquietudes por las primas elevadas y la endeblez de los mercados de seguros.

Cuando las encuestas revelaron el escaso apoyo público a su proyecto, los republicanos se atrincheraron en sus posiciones mientras el presidente Donald Trump amenazaba con tomar represalias a los que violaran la disciplina partidaria.

Como resultado, los republicanos han logrado dar popularidad a una polí­tica que no la tení­a cuando iniciamos el intento de deshacernos de ella, dijo el senador republicano John McCain. La ausencia de bipartidismo en materia de salud sirvió de ejemplo práctico en el discurso de McCain al regresar al recinto tras serle diagnosticado un cáncer.

Para los republicanos era fácil oponerse al Obamacare mientras no tení­an la responsabilidad de gobernar. Pero ahora que están en el poder, no han podido unificarse en torno a una alternativa. Por el contrario, están divididos en tres grandes grupos.

Algunos quieren enmendar la ley de Obama, diluir o reemplazar sus disposiciones polémicas y ponerle al proceso el calificativo de derogación. Otros, los conservadores en materia impositiva, consideran el debate sobre la ACA un trampolí­n para imponer mayores restricciones a los grandes seguros de salud del gobierno como el Medicaid y el Medicare, de asistencia médica para los ancianos. El tercer grupo se opone por principio a la intervención del gobierno en el sector de salud y sostiene que solo habrá un mercado verdaderamente libre cuando los individuos se hagan responsables de los costos.

Las tres tendencias afloran en los proyectos que el lí­der del bloque Mitch McConnell ha intentado hacer aprobar por el Senado, desde la derogación parcial de disposiciones impopulares del ?Obamacare? a una derogación más amplia, pasando por diversas ideas para reemplazar los componentes de la ley. La derogación amplia y la ?derogación y reemplazo? fracasaron. Mientras la ley de Obama dio cobertura a 20 millones de personas que no la tenóan, los análisis imparciales estiman que los proyectos republicanos despojarí­an de ellas a un número aún mayor.

Podrí­an surgir divisiones similares en otros asuntos, sobre todo si el debate sobre salud deja rencores entre los republicanos.

Durante la campaña presidencial de 2016, muchos republicanos esperaban que se llegara a un consenso, pero Trump jamás indagó en el tema de la salud, y su plan se reducí­a en el fondo a una colección de consignas, algunas de ellas directamente demócratas, como la de seguro para todos.

Evidentemente lo enfoca desde un punto de vista polí­tico; no veo que lo haga desde el punto de vista de una ley aplicable que logre el acuerdo de todos los republicanos, dijo Dan Mendelson, CEO de la consultora Avalere Health. No da muestras de liderazgo intelectual.

Meses atrás, Trump insinuó que darí­a a conocer su propio plan de salud, pero no sucedió. Los planes legislativos posteriores introdujeron una cuña entre los legisladores y gobernadores republicanos. La razón principal fue que se ampliaron gradualmente los objetivos hasta incluir el Medicaid.

Más allá de derogar la ampliación del Medicaid sancionada por Obama, los legisladores republicanos proponí­an reducir la asignación de fondos federales a un programa conjunto federal-estatal que abarca a más de 70 millones de personas de bajos ingresos. Los beneficiarios del Medicaid incluyen a muchas mujeres embarazadas y bebés, adultos con discapacidades graves y residentes de hospicios para ancianos.

El proyecto republicano se traducí­a en recortes de miles de millones de dólares en los fondos federales asignados a los estados.

De esa manera varios republicanos moderados se sumaron a los demócratas en la oposición a recortar drásticamente el Medicaid, dijo la economista republicana Gail Wilensky. Creo que fue un caso de extralimitación grave.

La Asociación Nacional de Directores de Medicaid, cuya membresí­a en la actualidad representa sobre todo a los estados gobernados por los republicanos, se opuso públicamente al proyecto de ?derogar y reemplazar? en el Senado.

Dos tercios de nuestros miembros trabajan para gobernadores republicanos, dijo el director ejecutivo de la corporación, Matt Salo. ?Lo que sucede es que los ejecutivos estatales republicanos dicen que tiene defectos fatales.

El senador John Thune, tercero en la jerarquí­a republicana, dijo que el partido no capitulará.

Ha resultado sumamente difí­cil lograr que 50 republicanos se pongan de acuerdo en torno una solución, dijo. Todaví­a no lo hemos logrado.

En su discurso, McCain ofreció una posible salida. La llamó el proceso regular, la laboriosa tarea de legislar en comité.

Qué podemos perder si trabajamos juntos en la búsqueda de esas soluciones, se preguntó. No es mucho lo que hemos logrado trabajando separados.