18/May/2024
Editoriales

Intolerancia a la lactosa

Hasta el temor de sentir acidez o indigestión molesta. Conforme avanza la edad nos vamos acostumbrando a las limitaciones en nuestra ingesta. Beber café de más, consumir fruta después de los alimentos, entrarle a un platillo con más entusiasmo que capacidad para digerirlo, y considerar la ingesta de lácteos como indigestión segura, nos desespera. De este último rubro, hay tratados que indican que los humanos no podían, al inicio de su historia, digerir la leche una vez separados del pecho materno.

Sin embargo, hace unos 7 mil 500 años surgió un gen nuevo en una tribu de ganaderos de vacas, que vivían entre los Balcanes y Europa central. Dicho gen permitía seguir digiriendo la lactosa en edades adultas, y en esa lactosa está el azúcar de la leche. Así, al transmitirse a las siguientes generaciones y en virtud de la mezcla de sangre en las diversas civilizaciones, se dio lugar a la ingesta de alimentos como queso, mantequilla, yogurt y otros productos lácteos. Pero este gen no lo tienen todas las personas, incluso hay muchos casos que con la edad desaparece la característica mencionada. Se calcula que la mitad de la población mundial sigue siendo intolerante a la lactosa. En lo personal, últimamente mi organismo comienza a no aceptar fácilmente la ingesta de lácteos, y eso me incomoda porque el queso y el yogurt me gustan mucho.