Internacional

La batalla de Mosul también se libra en el desierto

La reconquista de Mosul implica combates con los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) en el casco urbano densamente poblado, pero también adentrarse en el desierto que rodea la segunda ciudad de Irak.

En una cima árida al oeste de Mosul, la novena división del ejército iraquí­ progresa por el desierto para cortar la carretera que une esa parte de la ciudad con Tal Afar, una localidad todaví­a bajo control del EI.

El objetivo: impedir que los yihadistas atrincherados en el oeste de Mosul se aprovisionen o huyan a medida que las fuerzas iraquí­es ganen terreno con la ofensiva lanzada el 19 de febrero.

"Esta batalla no es fácil", reconoce el general Qasem al Maliki, comandante de la división.

"Honestamente, la progresión es lenta. El problema es el terreno, no el enemigo. Parece fácil, pero es un zona expuesta en la que no hay ninguna carretera. Para cada uno de nuestros desplazamientos, los buldóceres deben abrirnos paso", explica.

En la meseta inhóspita situada más abajo, una caravana interminable de tanques y de vehí­culos blindados avanza lentamente por el desierto detrás de un buldócer envuelto en una nube de arena.

Normalmente, la novena división utiliza Talul al Atshana como una atalaya desde donde se divisa la provincia de Ní­nive y su capital, Mosul.

Esta ciudad es el último bastión del EI en el norte de Irak. Las fuerzas iraquí­es, con la ayuda de la coalición internacional liderada por Washington, emprendieron el 17 de octubre una ofensiva para arrebatárselo.

Este lunes, una espesa humareda negra impide la visibilidad. Los yihadistas prenden incendios para complicar el trabajo de los aviones y helicópteros.

- Apocalí­ptico -

En este paisaje casi apocalí­ptico no se distingue Mosul si no fuera por un poste eléctrico y una torre de agua.

"Quieren escapar de nosotros quemando petróleo y creando este humo", explica el general.

Sentado en una silla de plástico rojo y con un walkie-talkie en cada mano, el general Abdulrazaq coordina los bombardeos efectuados desde los helicópteros.

Protegido por una gorra y gafas de sol de aviador, da instrucciones e infunde ánimo a su equipo.

"ínimo. Eres un héroe. Dame un buen resultado", dice a uno de sus pilotos.

El general Abdulrazaq no quiere dar su apellido. Como muchos miembros de las fuerzas de seguridad se preocupa por su familia.

Lo llaman por el walkie-talkie: "Hay un grupo de combatientes detrás del convoy ¡Nos tenemos que encargar de ellos!"

"Ok, ok", responde el general, que usa el segundo aparato para coordinar los ataques desde un helicóptero. "Entonces ¿qué resultado hay?", pregunta al piloto, que contesta: "Siete muertos, todos ellos combatientes".

- Respaldo estadounidense -

Según el comandante de la novena división, sus fuerzas han avanzado unos 13 kilómetros en los últimos seis dí­as y controlan diez aldeas y una central eléctrica.

Según él, se necesitarán varios dí­as más para controlar la carretera entre Mosul y Tal Afar.

Cerca de su división, un equipo de soldados estadounidenses participa en una misión "de asesoramiento y asistencia".

"Me acompañan dondequiera que vaya, hay una coordinación continua", explica el comandante Maliki, precisando que también hay iraquí­es en la coalición internacional para guiar mejor los bombardeos.

El coronel estadounidense James Browning asegura que sus hombres respaldan a las fuerzas iraquí­es sobre el terreno desde hace casi dos meses, incluido cuando se apoderaron del este de Mosul el 24 de enero.

"Nos aseguramos de que el mando de la novena división tenga pleno apoyo de la coalición", explica a la AFP.

Según el Pentágono, alrededor de 450 asesores militares estadounidenses están desplegados en la batalla de Mosul.

Los soldados estadounidenses se vieron inmersos en tiroteos contra los yihadistas, reconoció recientemente un portavoz.

Los desafí­os son múltiples, según el comandante estadounidense, en particular las lagunas en materia de inteligencia. Pero hace hincapié en la determinación del ejército iraquí­ contra los yihadistas. "Son de acero ¡es increí­ble!", exclama.