08/May/2024
Editoriales

¿Por qué escribimos los que escribimos?

Cuando leemos que Edgar Allan Poe dijo: soy escritor… por lo tanto no estoy cuerdo; varios aficionados a la escritura sentimos alivio, o justificación gozosa. Porque si al ver en otro nuestra alegría siempre parece ser más grande, ver nuestras locuras reflejadas en alguien más grande que uno, explica con creces la monomanía propia. El genio de Poe consiguió -de nuevo- describir con sencillez nuestra desquiciada necesidad de garrapatear textos todo el día, y todos los días, que en el fondo son ideas buscando llamar la atención de algún incauto lector.

El clásico dice que escribir es el arte de interesar o atrapar la curiosidad del lector, pero al menos yo, he concluido que siempre intento garabatear ideas para aprender. Desde luego que me resulta inexplicable cómo puedo aprender de mí mismo; y tratando de entenderlo justifico el hipnotismo, estado en el que quien lo padece muestra saber cosas que en condiciones normales no recuerda. La escritura es una especie de hipnosis que nos trae a la actualidad conocimientos que alguna vez aprendimos y tenemos guardados en archivos ocultos de nuestra memoria. Además, el complemento del  atractivo de escribir son los juegos mentales del ego que, para inflamarlo, ponderamos en demasía saber: _Que me escribió un lector para felicitarme por un texto; _que fui referenciado -lo que es un lujo- por algún colega; o simplemente que fui a una librería y vi mi nombre en el anaquel.