08/May/2024
Editoriales

El Nuevo Santander en la Independencia

Sabemos que la colonización del Nuevo Santander, hoy Tamaulipas, corrió a cargo de regiomontanos. Esa fue una de las pocas ocasiones que Monterrey disminuyó su población, pues fue conminada a mudarse a esa tierra de oportunidades. Ahora me referiré no a su desarrollo, sino a una parte de su historia que corresponde al periodo independentista.

 

La insurgencia que dirigían Hidalgo y Allende tenían en Bernardo Gutiérrez de Lara a su mejor aliado, un prócer tamaulipeco vinculado -agente, digamos- al insurgente Mariano Jiménez. A principios del año 1811, unos soldados exrealistas de la Villa de Aguayo -Ciudad Victoria-, dirigidos por los capitanes Guerra y Benavides, gente de Gutiérrez de Lara, proclamaron la Independencia, después siguió la Villa de Padilla y posteriormente se adhirió a la causa insurgente casi toda esa Provincia.

Este impulso era motivado por las victorias de Jiménez -Teniente general de América, nombrado por Hidalgo-, en las batallas de Aguanueva y Puerto de Carneros, quien entró a  Saltillo el día 8 de enero. Así las Provincias Internas de Oriente ya estaban en poder de los insurgentes: “… desde San Luis hasta la frontera de los Estados Unidos, se obedecía a Hidalgo, … pues Jiménez obligó a retirarse en el puerto de Carneros al capitán José Manuel de Ochoa, que buscó impedir el progreso de la revolución”, dice Lucas Alamán, prestigiado historiador de la época.

En Nuevo Santander, su gobernador Manuel de Iturbe huyó a Altamira, única población leal a la corona, y allí formó gobierno. Las victorias insurgentes proliferaban en toda la región al mando de Blancas, José Ignacio Villaseñor, Alejo Fernández y Herrera. Mariano Jiménez envió a dirigir el ejército insurgente al teniente coronel Joaquín Benítez, quien resultó ser un espía del brigadier Calleja, hasta que Gutiérrez de Lara lo descubrió y mandó aprehenderlo en Villa de Aguayo, sustituyéndolo por José María Martínez -ascendido a capitán-, y Jiménez, envió al coronel Juan Nepomuceno Jiménez, como cabeza de ese frente militar.

Todo pintaba muy bien para los insurgentes, hasta que llegó la noticia de la captura de Hidalgo en Acatita de Baján, y la llegada de Joaquín de Arredondo. Esto los desmoralizó pues la expedición de Arredondo que era para combatir a Miguel Hidalgo y demás insurgentes se orientó, hasta conseguir, la toma de Aguayo el día 12 de abril de 1811.

Para ese momento, Arredondo ya no obedecía órdenes ni de la corte ni del virrey, al grado de que, cuando Apodaca dejó el virreinato a Venegas, dijo que en Nueva España había dos virreyes: en el centro Venegas y en el norte Joaquín de Arredondo.

Arredondo y López de Santa Anna, dos tipos rudos

Junto con el crecimiento de Arredondo, hizo su debut en la escena nacional, otro personaje de triste memoria, el joven cadete realista Antonio López de Santa Anna, desde entonces calificado de “engreído y fatal” y que dio “guerra a los insurgentes de Nuevo Santander, en donde permaneció hasta la total pacificación”

Fuente: Vicente Rivapalacio, México a Través de los Siglos