05/May/2024
Editoriales

Las redes sociales son engañosas

Circula un ‘Meme’ en la red en el que aparece una mujer realmente fea y entrada en años, chateando con un joven guapo, quien le propone conectarse por zoom, pues está enamorado de ella y la quiere conocer aunque sea en la pantalla. Ella se niega aduciendo que su padre está muy cerca y no sería correcto que se enterara de su amor, a sabiendas de que si tuvieran una videoconferencia, el muchacho descubriría que la chica bonita y elegante que creía conocer, es una desagradable mujer. 

Engaños de ese tipo y peores hay miles diariamente, pues las redes sociales, que representan los avances tecnológicos de la humanidad, son al mismo tiempo elementos facilitadores de engaños y fraudes.

Añoramos aquellas costumbres de cerrar tratos viéndonos a los ojos y dándonos un apretón de manos.

Las aventuras románticas -aunque iniciaran epistolarmente- se supeditaban a los encuentros personalizados.

Desde luego que también había fraudes, pero las entrevistas ‘en vivo y a todo color’ eran imprescindibles para cerrar el trato.

La simpatía o carisma del mentiroso o defraudador posibilitaba la consecución del engaño, y así existió desde el tipo que ‘vendió’ varias veces la Torre de Eiffel, hasta el simple merolico que preguntaba ¿en dónde quedó la bolita?  

La vida del famoso veneciano Giacomo Casanova es un tratado de trucos para engañar mujeres; escribió en sus memorias datos de 120 amantes demostrando que el señor tenía carisma e ingenio para el engaño.   

En su tiempo nació la palabra ‘cosmopolita’ como signo de patria indistinta, pues Casanova actuaba en Venecia o en París, Bolonia, Varsovia, Trieste, Moscú, Sicilia, Nápoles, Londres, Rotterdam, Praga… En 1755 la Inquisición de Venecia redactó un informe que le describe como un hombre de letras, veterano en magia negra y ciencias ocultas, trepador social, maestro en el arte de vivir de los demás, impío, embustero, impúdico y muy sensual; acaso faltó describir sus habilidades para hacer trampa en los naipes, que le permitía hacerse de grandes cantidades de dinero. 

Sin embargo, la historia de Casanova no es argumento válido para asegurar que todo sigue igual, sólo se modernizaron los métodos de defraudación con las redes sociales.

Porque las redes sociales democratizaron la información, pero también la cultura del fraude y el engaño, pues ahora cualquiera puede disfrazarse de banquero, sacerdote o periodista sin salir de su casa.

Nos acosan jáquers que pueden vaciar nuestra cuenta bancaria si descuidamos un instante la clave o NIP; nos pueden sorprender con un supuesto accidente de un familiar; o con un mensaje del amigo que no sabíamos de él desde hace años.

Las redes sociales ciertamente son una bendición tecnológica, pero también una facilidad para fomentar el fraude y la mentira.