05/May/2024
Editoriales

Las estaciones del año son informes del viaje alrededor del sol

 En los viajes aéreos modernos se tienen todas las comodidades: asiento, comida, bebida, aire acondicionado, baños, música, televisión y lo más importante: la información de las condiciones del vuelo. 

 El tiempo de duración total, el tiempo faltante estimado, las condiciones atmosféricas, etcétera.  

 Esto que es una novedad para la humanidad, la Madre Tierra, como parte de un sistema planetario zambullido en la enormidad del universo, lo tiene implementado desde siempre. La información del vuelo alrededor del sol se publica cuatro veces en forma de las estaciones del año, sólo que el idioma para transmitirla es diferente, con una elocuencia infalible y su vigencia es eterna.

 Cada estación -primavera, verano, otoño e invierno- tiene sus propias expresiones para indicar nuestra ubicación en el trayecto del viaje espacial.

 El idioma con el que se expresan los datos a los pasajeros de la nave Tierra está cifrado en el clima, y en las expresiones de la flora y la fauna. 

 Desde luego que estos viajes se han realizado siempre, pero hay viajes excepcionales, que dependen de las condiciones meteóricas universales. 

 La Madre Tierra ha registrado y superado algunos periodos de glaciaciones, y no podemos descartar que en la próxima glaciación haya nuevas expresiones inimaginables por nuestra limitada inteligencia. 

 La obscuridad es el símbolo de la noche, y el día tiene en la luz su más clara expresión, pero no se expresa igual en todas las regiones de la Tierra al mismo tiempo. 

 Recordemos que la tierra rota sobre su propio eje y viaja con un itinerario que describe una órbita elíptica, que es una elipse algo aplastada alrededor del sol.

 Y así como el viaje al sol no configura una figura geométrica regular, tampoco la rotación es perpendicular al plano de la eclíptica, pues está inclinada 23 grados y 27’ respecto al plano del ecuador terrestre.

 Esto significa que no toda la tierra recibe la misma cantidad de horas solares durante el año, determinando los cambios de temperatura en las diversas estaciones anuales.

 En los cuatro puntos del viaje anual se marcan las estaciones: dos equinoccios, de primavera y otoño (cuando los hemisferios se iluminan exactamente igual y por tanto el día y la noche duran los mismo); y dos solsticios, de verano e invierno (cuando la diferencia entre el día y la noche es mayor). 

  En los equinoccios de primavera –entre el 20 y 22 de marzo-; y de otoño –entre 21 y 23 de septiembre-, el sol ilumina por igual a los dos hemisferios. 

 Pero como las estaciones son opuestas en los dos hemisferios, el equinoccio de primavera se da en marzo en el norte, y en septiembre en el sur.

 En el solsticio de verano –entre 20 y 22 de junio-, el sol ilumina el polo norte pero no el sur, esto es, en el norte hay luz 24 horas y en el sur hay una noche de 24 horas.

 Por la oposición mencionada entrambos hemisferios, el equinoccio de primavera se produce en marzo en el hemisferio norte, mientras en el sur se da en septiembre.

 En el solsticio de invierno en el norte –entre 21 y 22 de diciembre- el sol ilumina el polo sur pero no el polo norte, por lo que en el polo antártico hay luz las 24 horas mientras en el ártico la noche dura 24 horas. 

 Esta señal es el comienzo del verano en el hemisferio sur y del invierno en el norte.

 Por tanto, cuando es invierno en el norte, es verano en el sur, y al revés cuando es verano en el norte, es invierno en el hemisferio sur.

 

 La gran ventaja que tenemos todos los pasajeros de la nave Tierra es que siempre llegará al destino planeado, y sólo debemos estar atentos a los informes trimestrales que publica la Madre Naturaleza.