05/May/2024
Editoriales

El maquillaje

Hace poco más de un año anduvo circulando un video que mostraba a las más conocidas artistas de cine con maquillaje y sin él. En la segunda opción estaban irreconocibles, pues el rímel, las pestañas postizas, el tinte del cabello, el lipstick, la crema de color, más todos los cosméticos modernos producen un asombroso cambio en el rostro femenino.

A los hombres nos agrada ver bonitas a las mujeres, y a ellas les encanta sentirse bellas; bien maquilladas se comportan con más seguridad.   

Es entonces, algo bueno para todos, pero no siempre fue así.

Por ejemplificar, el teólogo griego Clemente de Alejandría (150-213), quería que se prohibiera el uso de cosméticos en la mujer pues “sólo sirven para que las casadas engañen a sus maridos sobre sus méritos físicos”. 

Más de un milenio después, en 1770, el parlamento inglés discutió una iniciativa de ley que decía: “las mujeres de cualquier edad, rango o profesión, ya sean vírgenes, doncellas o viudas, que seduzcan o induzcan con fines matrimoniales sirviéndose de esencias, pinturas, aplicaciones cosméticas, dientes o cabellos postizos, incurrirán en la ley en las mismas penas que se aplican contra la brujería, y el matrimonio será nulo”.

No prosperaron dichas iniciativas, pero se discutieron y estuvieron cerca de ser aprobadas. Posteriormente, en la Europa del siglo XVIII, volvió a prender el debate con el uso del lipstick o colorete, que vivía un gran auge. 

La revista Gentlemen’s Magazine tratando de ‘mediar’ comentó: “Las solteras que siguen esta moda tienen cierta excusa pues deben encontrar marido. Pero esta frivolidad resulta incompatible con la dignidad de la mujer casada”. 

Luego sobrevino la revolución francesa modificando los sistemas político y social, promoviendo los derechos universales y, entre ellos, la libertad de utilizar cosméticos en general. 

Hoy día, el maquillaje es tan común, que hasta algunos varones lo utilizan.