08/May/2024
Editoriales

Las envidias llevan a la lapidación social

 

 

 

El químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur fue un exitoso investigador que aportó a la medicina más que cualquier científico médico, dedicando su vida a encontrar soluciones a las enfermedades infecciosas. Sus descubrimientos acerca del comportamiento de los microorganismos le llevó a dar con los medios necesarios para combatir la mortal rabia y para conservar nuestros alimentos, entre otras muchas aportaciones a la humanidad. Esto le prestigió ante el mundo, pero también le valió para tener en su contra a cualquier cantidad de científicos envidiosos que Pasteur había encontrado lo que ellos no habían podido.

Entre la comunidad científica estaban sus grandes detractores, y ellos filtraban a la prensa de mediados del siglo XIX versiones como que Don Louis Pasteur estaba enfermo y que sus capacidades mentales muy disminuidas, por lo que sus inventos no eran confiables. Sin embargo, Pasteur seguía avanzando más y más sin defenderse de esos ataques, excepto con resultados científicos. Las lenguas envidiosas decían que estaba tan enfermo de su mente que había que internarlo, y que sus últimos descubrimientos no eran de él, sino que los compraba a los verdaderos investigadores para lucirse. Llegaron a convocar a un debate público para determinar si se debía internar en el manicomio Charenton o en Sainte – Anne.

Desde luego que había gente que se la creía y opinaba en forma estúpida pero de buena fe, pues daba por descontado que Pasteur era un enfermo mental. Esta característica humana sigue siendo real; en las redes sociales corren versiones malsanas de alguien por el hecho de que está brillando en su trabajo, y no falta quienes las den por verdad sin verificar su autenticidad, retransmitiéndolas. Qué lástima que continuemos aplicando los mismos métodos de castigo para los ‘culpables’: la lapidación, con la modalidad de que ahora duele más, porque es una lapidación social.