26/Apr/2024
Editoriales

Roy Orbison

Recientemente recordé al gran Roy Orbison al escucharlo cantar. Roy Kelton Orbison, nació en Vernon Texas en 1936, y era un cantante y compositor introvertido, pero con una voz de tenor y excepcional falsetto. Su figura no era atractiva comparada con los grandes rockeros de aquellos tiempos, vestido siempre de negro, y menos porque no se quitaba los lentes oscuros graduados “ni para dormir” decían los críticos de la época. Sin embargo, al dejar de competir con los demás en el rock tradicional, se mudó a la balada, dejando atrás la estridencia para instalarse en música y poses calmadas, congruentes con su personalidad, en una mezcla de pop y country.

Su primer gran batacazo lo dio con Only the Lonely, para seguir en grande con Blue Bayou, Crying y otras inolvidables hasta que llegó Oh, Pretty Woman que no hay nada que decir de ella, pues hasta una película le hicieron, pues nadie imagina a Julia Roberts caminando para verse con Richard Gere, al ritmo de otra canción. Después de que su esposa Claudette Frady murió en un accidente de motocicleta y luego sus dos hijos perecieron en un incendio, Roy dejó de componer canciones y por quince largos años no hizo nada de música.

Pero en los años ochenta revivió cuando algunos intérpretes retomaron sus canciones y no sólo recuperó el reconocimiento que tuvo, sino que su nombre entró al Salón de la Fama del Rock and Roll. Las grandes estrellas se opacaban con este fenómeno musical reciclado. En 1988 aceptó participar en un súper grupo que, según dicen algunos conocedores, fue el mejor de la historia: The Traveling Wilburys, integrado por George Harrison, Tom Petty, Bob Dylan, y Jeff Line. Desafortunadamente ese mismo año, el 6 de diciembre de 1988 murió de un infarto, cuando tenía 52 años. Fue sepultado en el West Memorial Park, de Los Ángeles California.  Me suena extraño que haya nacido en Texas, muerto en Tennessee y enterrado en California, pero no es el único caso.