06/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Enero 30 de 1848: Ofrece un grupo de “mexicanos distinguidos” el banquete conocido como Brindis del Desierto, a los representantes del ejército norteamericano que tenían tomada la ciudad de México durante la guerra de invasión, para hacerles saber su beneplácito por abrir la posibilidad de que nuestro país fuera anexado completamente a Estados Unidos. Tras la ocupación de la ciudad capital mexicana,  concretada los días 17 y 19 de diciembre de 1847 que entraron a la ciudad las divisiones de Butler y Johnston, la fuerza efectiva de Estados Unidos en México era de 43 mil hombres distribuidos en diversos puntos de la República mexicana. El general Winfrield Scott exigía una contribución a la capital del país y al Estado de México por un monto de 668 mil pesos. Y empezando el año se sabe del inicio de la Fiebre del oro en la California ya en poder de Estados Unidos. Es en este contexto cuando se confirma las sospechas de que había una fuerte tendencia anexionista entre algunos mexicanos llamados "liberales puros".

El Ayuntamiento de México, encabezado por el alcalde Francisco Suárez Iriarte, liberal jacobino que había sido ministro de Gómez Farías, organizó un Día de Campo y ofreció un brindis al general Scott para ensalzar el triunfo de Estados Unidos sobre México, y le algunos pidieron sutilmente al militar norteamericano que se convirtiera en dictador de México al frente de 15 mil soldados. Se ha publicado el Diario del coronel Ethan Allen Hitchcok, inspector general del ejército estadounidense de ocupación que refiere datos y detalles que corroboran esta entrega infame que hicieron estos mexicanos llamados liberales que en realidad resultaron todo menos eso. Dice en una parte ese Diario: “yo estoy en guardia en todo este tipo de cosas, pero los hombres parecen muy sinceros. Son todos del mismo partido, el llamado de los “puros” y no vacilan en expresar su deseo de que las tropas norteamericanas puedan dominar este país hasta aniquilar completamente al ejército mexicano, a fin de que pueda establecerse con seguridad un gobierno civil adecuado.

Se oponen a la paz, pero sólo por el propósito mencionado. Se oponen al pago de dinero por parte de los Estados Unidos al gobierno de México, diciendo que no hará más que corromper a los que están en el poder. Dicen que si el gobierno de los Estados Unidos cree deberle algo a México por el territorio exigido, ellos quisieran que las tropas norteamericanas se quedaran en el país y aseguraran un buen gobierno para México.” Hitchocok los califica como “mexicanos inteligentes”. Mientras, en Querétaro, Manuel de la Peña tomaba protesta como presidente interino de México, y condenaba a los traidores que aspiraban a anexar a nuestro país con Estados Unidos. Por cierto, tampoco estaban todos los norteamericanos de acuerdo con el robo a México, pues personajes como el diputado federal Abraham Lincoln se pronunció en contra de la guerra contra México que significaba la anexión de Nuevo México, Arizona y California. El propio Nicholas P. Trist, comisionado en jefe de Estados Unidos en la negociación del Tratado Guadalupe Hidalgo, informó al Departamento de Estado que en México no había un partido de la guerra a todo trance, sino un partido netamente anexionista decidido a la incorporación a Estados Unidos. A la hora de firmar el Tratado –febrero 2 de 1848-, Trist hubo de hacer un esfuerzo de equilibrio espiritual y hasta físico para concluir el acto donde su país entraba en posesión legal de los territorios nórdicos de México. Es triste leer documentos que dan cuenta de cómo algunos mexicanos prefieren perder a su nación con tal de ver caer del gobierno a su enemigo.