07/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

 Junio 20 de 1876: muere en Ciudad de México el caudillo Antonio López de Santa Anna. El famoso Santa Anna había sido exiliado por el presidente Benito Juárez, yéndose a la isla de Nassau, y allá se enteró que Juárez estaba afinando un decreto de amnistía “para imperialistas” y que él, Santa Anna, no estaba contemplado para ese beneficio. Cuando muere Juárez en 1872, Santa Anna regresó al país en febrero de 1874, pero ya venía en condiciones muy lamentables, sordo y casi ciego. En Ciudad de México fue recibido por su esposa, por el general Bonifacio Tosta y por su nieto Francisco de Castro. Llegó a la casa de Vergara número 9 y una vez recuperado del viaje, fue a visitar a la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac.

Al entrar la primavera de 1876, se le cayó, aún más, su precario estado de salud, así que dictó su testamento, y sabiendo que el fin estaba cerca pidió que lo enterraran en el cementerio de La Colegiata de Guadalupe, que era el más próximo a donde estaba. La noche del 20 de junio le pidió a su esposa que lo dejara solo para dormir y cuando ella le dio una vuelta antes de dormirse, ya había fallecido. A la hora de partir, de nada sirven las lisonjas que le hayan hecho a un hombre cuando es poderoso. Mucho menos sirven las propiedades, ni siquiera el dinero acumulado, pues expira como todos los demás. Así murió, solo, el Seductor de la Patria, el único mexicano que llegó a ser once veces presidente de la República, y ocupa el deshonroso sitio de ser nuestro villano favorito.