26/Apr/2024
Editoriales

La belleza física requiere mercadotecnia

La diversidad en los gustos de los seres humanos le da sabor al amor. Si una mujer le gusta a todos los hombres se generan competencias y discordias entre ellos para conquistarla. Y lo mismo sucede cuando un hombre gusta a todas las mujeres. En los tiempos del cine mudo -a principios del siglo XX- hubo un fenómeno artístico llamado Rodolfo Valentino, quien tuvo cualquier cantidad de mujeres que lo buscaban y perseguían, pues les gustaba a todas. Este individuo nació en la Italia de 1895, y a los 18 años migró a Estados Unidos por la ruta clásica: Nueva York. No tardó en conseguir empleo como bailarín de tango en el Maxim’s, un centro nocturno de gran clase. De inmediato todos se percataron que el joven Valentino gustaba a las mujeres por lo que no extrañó que se viera envuelto en un escándalo, pues una de las chicas con quien Valentino sostenía un romance, asesinó a su marido. Rodolfo Valentino tuvo que huir al otro lado del país, llegando a Jóligud en donde su atractivo causó furor entre las damas. Fascinaba a las multitudes con sus actitudes no convencionales, así que el paso natural fue trabajar de actor, pues le sobraban ofertas de varios productores. Filmó catorce películas de gran formato, incluyendo The Eagle, que consolidó su fama de galán y hombre atractivo con las féminas. En 1926 se divorció por segunda vez y entonces sí, las mujeres se le fueron de frente, convirtiéndolo en el soltero más codiciado de Jóligud. Sin embargo, un día de agosto de 1926 después de una fiesta en su honor, amaneció con un fuerte dolor estomacal y en el hospital lo prepararon para operarlo de una úlcera y amputar el apéndice afectado, pero al abrirlo se dieron cuenta que el ácido úrico había impregnado parte de su cuerpo y penetrado en el corazón. Seis días después, Rodolfo Valentino, el más famoso de los “Latin Lovers” del cine mudo, murió el 23 de agosto, a los 31 años de edad. Después, por años sucedió que una misteriosa “dama de negro” visitaba la tumba del artista, y se corrió la versión de que era una princesa que lo amaba. Tiempo después, una distribuidora de películas confesó haber inventado al personaje para mantener viva la mística de Valentino y continuar vendiendo sus películas mudas.