05/May/2024
Editoriales

El desconocido Don Nadie. Cuentete

En tiempos idos, cada seis años llegaba al estado un candidato que venía a tomar posesión con el nombramiento de casi gobernador.

La costumbre venía desde que Martín de Zavala llegó en 1625 con ese título firmado por el rey de España y nadie lo conocía, por lo que hubo de demostrar que él era el ungido.

Ahora era una fecha y horario incómodo -se celebraría esa noche la ceremonia del Grito de Independencia-, pero les habían avisado de la Capital que en cualquier momento llegaría el candidato y ya el proceso para elegirlo era un mero trámite.

Estaban reunidos los políticos y los empresarios más importantes, incluso ya empezaban a aparecer en esos eventos políticos las damas.

En el Cine Elizondo, declarado recinto oficial para la recepción del candidato, había mucha alegría; las figuras del Buda y demás adornos orientales parecían haber cobrado vida.

En el segundo nivel estaba una orquesta tocando melodías revolucionarias y los alegres asistentes las disfrutaban, incluso hasta las tarareaban. Inmejorable ambiente, decían los reporteros de los diarios locales.

Pero tras dos horas de espera, nadie vio cómo se coló un hombre con ropas de pordiosero que, ni tardo ni perezoso se subió al estrado sentándose en el lugar que correspondía al candidato.

Los organizadores no sabían qué hacer ante semejante audacia, pues si lo mandaban a bajar por la fuerza, sería de mal gusto y mal agüero, pues todo mundo se daría cuenta, así que el presidente del partido subió a convencerlo que se bajara de ahí.

_¿Vienes como delegado regional del partido?

Mi posición es superior a la del delegado, dijo el pordiosero.

_O vienes como avanzada del candidato?

Yo tengo una estatura política mayor que las avanzadas.

_¿Acaso eres tú el candidato que esperamos?

_Mi rango político es superior al del candidato a la gubernatura

_Nadie es superior al señor candidato, le dijo el dirigente partidista

_Vaya, al fin me reconociste, ese nadie soy yo…