07/May/2024
Editoriales

El gobierno tiene parte de la culpa, pero también la sociedad

¿De dónde viene tanta violencia? No lo sé, pero claramente estamos inmersos en una temible espiral creciente, másenmarañada que la de 2009 porque aquella fue explosiva y así también, de súbito se pudo controlar. Ahora no es así, ha venido creciendo poco a poco, desarrollo que en la iniciativa privada le llaman ‘crecimiento orgánico’, que refiere a una evolución fuerte, financiada con sus propios recursos y utilidades, sin necesidad de fusiones o nuevas inversiones

Este origen complica su combate. Y semejante portento, que produjo mil 400 homicidios dolosos en 2022, no podría darse si no hubiera jóvenes dispuestos a cometer delitos a cambio de una paga atractiva. Desde luego que ese dinero es sólo una pequeña parte del que producen sus propias fechorías y, si hay autoridades que, por recibir sobornos provenientes también del mismo botín, propician la impunidad que es de suyo atractiva, crece la seducciónde nuevos jóvenes a las mafias.

De esta forma se cierra un círculo creciente. El dinero fácil aunado a la impunidad despierta el interés en otros jóvenes, configurándose un proceso sinfín que se debe combatir con energía y decisión. La violencia desatada por la delincuencia es efecto, no causa; el origen está en la descomposición social. 

Porque esos jóvenes delincuentes no vienen de otro planeta, ni de otro país, y en muchos casos ni siquiera de otro estado. Son parte de la sociedad victimizada; hijos de familias neolonesas enrolados en la delincuencia que aprovecha su ‘preparación’ para la violencia recibida en su propia casa, o en la escuela, por diversas vías modernas de comunicación especializadas en la transmisión de mensajes cargados de elementos seductores y nocivos.  

La vida actual exige que los padres de estos jóvenes dediquen sus esfuerzos más a producir recursos económicos para mantener a sus familias en sus absorbentes trabajos, que a la formación de sus hijos, dejándolos a expensas de lo que ven en sus computadoras o en la televisión.

Un primer paso generalmente se da con jóvenes que se inician en el consumo de estimulantes. Esto se vuelve pronto en un vicio imposible de pagar, convirtiéndolos así en presa fácil para ser incorporados a la delincuencia organizada que los enrola en un dos por tres. Porque con la urgencia de dinero para el vicio y pensando en la impunidad, los argumentos de sus reclutadores se convierten en irrefutables si nadie les orienta. 

Con esto quiero decir que ciertamente el gobierno tiene la responsabilidad de combatir con eficiencia al crimen organizado, pero la sociedad neolonesa debe atender el problema desde sus hogares, impidiendo que sus hijos se incorporen a las filas del crimen organizado. Porque no es posible que un joven hijo de familia se involucre con las mafias sin que en su casa se enteren que algo está sucediendo. Es increíble que oculten todas las señales de cambios en su comportamiento y la aparición de recursos económicos extraños.

Los paterfamilias necesitan dedicarle más tiempo a la conversación con sus hijos, aún a costa de sacrificar una parte de sus ingresos económicos, pues más vale bajar un poco su nivel de comodidades que pasar por un trance traumático de ver a alguno de sus muchachos envuelto en hechos delincuenciales.