05/May/2024
Editoriales

Un corcel llamado teléfono

 

 

Un día como hoy, siete de marzo del año 1876, recibió Alexander Graham Bell la patente número 175.465 correspondiente al invento del teléfono y en ese momento nacen las comunicaciones modernas. Alexander fue un escocés que heredó la afición de su padre: estudiar los sistemas de comunicaciones. Era apenas un niño que junto a su hermano mayor fabricaron una “máquina parlante” inspirada en la laringe de un cordero que, cuando soplaba por un tubo, en el interior se generaba un sonido algo parecido a los que emiitimos los humanos. La familia Bell emigró a Canadá en 1870 en donde Bell se dedicó a enseñar a hablar a niños sordos, pues su profesión era ser maestro especializado en sordos. Al año siguiente fue a Boston, a enseñar fisiología vocal y de noche hacía sus experimentos. Ya para 1874 tenía claros los principios del teléfono y en 1875, alentado por un trabajo parecido, de Elisha Gray -un inventor de Chicago-, contrató a un ayudante llamado Thomas A. Watson para avanzar en su invento. Una vez que tuvo en sus manos la patente del teléfono, envió a su ayudante que se ubicaba en otra habitación, la primera voz compuesta en inglés transmitida por ese aparato que revolucionaría el mundo. 

Sintió que ya tenía un futuro esperanzador con el teléfono y decidió casarse, mientras viajaba de luna de miel, el empresario bostoniano Gardiner Greene Hubbard, organizaba la Bell Telephone Company. En la primera fase el sonido de la voz por teléfono viajaba a un máximo de 160 kilómetros de distancia. Ciertamente iniciaba una carrera de comunicaciones que continúa sin que se vean los límites. Hoy día, el teléfono es la cabalgadura donde se montan y viajan otras señales como la del Internet, que ahora domina al mundo. Es inimaginable hasta dónde puede llegar el sonido y la imagen generada en La Tierra, y pensar que en sus inicios era una especie de juego infantil.