05/May/2024
Editoriales

Los suicidas prefieren los puentes

La bahía de San Francisco tenía un servicio de Ferry que la cruzaba de un extremo al otro. Era romántico, pero también lento, caro y cuando había mal tiempo o simplemente neblina densa se suspendía el servicio, quedándose incomunicada esa importantísima zona del estado de California.  

Hasta que el hermoso puente Golden Gate se inauguró el 28 de mayo de 1937, desapareció el antiguo servicio de transporte marítimo. 

Esta obra es toda una epopeya de la ingeniería civil, su estructura colgante es de casi tres kilómetros de largo, construida de acero, un material que empezaba a usarse en las grandes construcciones. Cada elemento de construcción tiene su propia historia; tan solo para pintarlo luego de un tiempo de uso, se requirieron 30 años. Así que existe entre el personal de mantenimiento, una brigada integrada por 38 pintores de brocha gorda, para darle sus pasaditas con pintura cada vez que hay accidentes o que de plano requiere una manita de gato.

Su constructor fue el ingeniero Joseph Strauss, quien calculó todo, hasta que se debería ir pintando los tramos que fueran terminándose, pues luego hacerlo de un golpe, sería anacrónico. En los cuatro años que tardó su construcción, hubo doce muertos en accidentes laborales. Pero eso es algo normal en las grandes obras, lo que asombra son las cifras de personas que en el Golden Gate se han suicidado. Hasta 2014, la cantidad de suicidios de gente que se sube a los parapetos y se lanza al vacío eran más de 300 mil personas. La paradoja estriba en que se construye un puente para -entre otras ventajas- evitar accidentes al cruzar de un lado a otro que podrían provocar la muerte a los usuarios, pero ese mismo puente es usado por quienes quieren morir para suicidarse. Lo grave es que este puente no es el único, a los suicidas les gustan los puentes.