07/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Julio 20 de 1813: es fusilado en Monterrey el insurgente saltillense José Urbina Cantú. Después fue decapitado y se colgó su cabeza en Santa Catarina, pues allí fue capturado y la idea era que la gente que había visto su captura supieran lo que les esperaba si se sumaban a la insurgencia. En realidad este Urbina Cantú no había participado en el hecho de armas en el punto llamado La Chorreada, jurisdicción de Salinas -hoy Salinas Victoria-.

   Pero las instrucciones del virreinato eran tajantes, se debían hacer escarmientos públicos para desanimar a los que sintieran deseos de volverse insurgentes. 

 

  A José Urbina se le detuvo porque andaba reclutando gente para el ejército insurgente que estaba en formación, luego del fusilamiento del gobernador Manuel de Santa María, junto a los dirigentes de la insurgencia nacional, Hidalgo, Allende y demás héroes patrios. Además Urbina Cantú proveía de alimentos a los soldados rebeldes, por lo que se le condenó como ‘seductor de la insurgencia’, y se le condujo de la prisión de Monterrey que se ubicaba en el edificio que hoy es el Museo Metropolitano, con el rostro cubierto y las manos atadas, hasta la Plaza del Mercado, hoy Plaza Hidalgo. Se le arrodilló y recibió cuatro cargas de fusil, que no fueron suficientes, así que en el suelo se le dispararon otras cuatro, pero el alcalde tenía cierta duda, y personalmente le asestó una última descarga de dos tiros. Un Justicia -juez militar- le desprendió la cabeza y el cuerpo fue enterrado en la parroquia de Monterrey, mientras la cabeza se dejó colgada de un garfio sobre un árbol en el camino Monterrey - Saltillo. No cabe duda que el temor a ser expulsado del poder político, saca lo peor de los gobernantes cobardes y, ocho años después, les tocó perder, pues la Independencia de México fue una realidad.