26/Apr/2024
Editoriales

El Complejo de Edipo es caro

El valiente general poblano Ignacio Comonfort de los Ríos, fue legislador, gobernador de Jalisco y Tamaulipas y un guerrero aliado de Juan Álvarez para derrotar a López de Santa Anna. Llegó a ser presidente de México entre diciembre de 1855 y noviembre de 1857, pero al quedar huérfano de padre, potenció su amor de hijo a su anciana madre, doña Guadalupe de los Ríos. Ella era una beata mujer que sabía cómo influir en su poderoso descendiente.

Él la veneraba al grado de preferir el trato con las mujeres mayores y complacerse con la compañía de infantes. Este extraño cuanto difícil talante se fue apoderando de su carácter en todos los aspectos. Por ello nunca oficializó su relación amorosa con Carmen Lara, una mujer con quien procreó a sus hijas Adela y Clara, a quienes llamaba en público como “mis sobrinas”. Su conciencia no le permitía correr el riesgo de que su madre desaprobara semejante relación y mejor ni siquiera intentó irse a vivir con Carmen.  En el terreno de las armas era una fiera, pues encabezó la revolución que derrotó nada menos que a Santa Anna, y en la política consiguió promulgar la Constitución de 1857, en la cual, por cierto, se declaró la existencia del Estado de Nuevo León y Coahuila.

Sin embargo, siempre fue un tipo indeciso; un presidente de la república irracionalmente conciliador, que buscaba disolver el agua en el aceite y que normalmente terminaba provocando una emulsión política donde estaban reunidos los enemigos, pero nunca se unían. Al promulgarse la nueva Constitución, el 5 de febrero de 1857, las broncas entre liberales y conservadores se agudizaron: La Iglesia amenazaba con excomulgar a quienes juraran la Carta Magna, y siendo presidente del país, Comonfort la había jurado; mientras que la corriente liberal exigía desterrar los privilegios y la fuerza política del Clero. Así las cosas, doña Guadalupe de los Ríos habló más o menos así con su hijo: _Aquí, sobre mis rodillas, te enseñé a pronunciar el nombre de Dios. _ yo empapé tu cabeza con las aguas bautismales y los óleos ungieron tus cabellos. _ yo te llevé al pie del altar para que tomaras la hostia por primera vez, llevando el perfume de la fe católica. ¡Tú has sido creyente y lo sigues siendo todavía! ¿por qué derribar lo que has adorado y quemar en la llamarada de la impiedad tus creencias sagradas?

Así, llevó a su poderoso hijo a una encrucijada: o su madre y su religión o la Nación. La decisión tomada por Comonfort provocó una terrible guerra fratricida pues el 17 de diciembre de 1857, apoyado por los conservadores, desconoció la Constitución que él mismo había jurado ese mismo año. De esa forma se inaugura la Guerra de Reforma que tantas muertes costó y que propició la irrupción de la gran figura llamada Benito Juárez.