06/May/2024
Editoriales

Las grandes tragedias

El valor del ser humano se aprecia más durante las tragedias. Al ver las imágenes del terremoto de Turquía – Siria duele el alma cuando se sabe que 45 mil personas perdieron la vida.  

 Porque eso es mucha gente, es más que las 40 mil almas arrebatadas por el terremoto de la Ciudad de México, aquella impresionante e inolvidable tragedia que en el año de 1985 conmovió al mundo.

 Recuerdo que al recorrer unas zonas muy dañadas de la colonia Roma, no nos importaban los grandes edificios derrumbados, sino que en la noche previa habían rescatado a un par de personas vivas. 

 Nunca pensé que podría haber una tragedia mayor, pero ahora veo que la del otro lado del mundo lo es.

 Sin embargo, estudiando más el tema me doy cuenta que la vida y las tragedias no tienen límites, es decir, los sismos de CDMX y Turquía – Siria no han sido las más grandes tragedias de la historia.

 Para comenzar a platicar, en el siglo XVIII, específicamente en el año de 1775, el terremoto de Lisboa cobró 60 mil vidas humanas. 

 Luego en el siglo XIX -en 1815-, al eructar el volcán Tambora, en Sumbawa, Indonesia, murieron 91 mil personas. 

 En aquel tiempo la humanidad era de sólo 978 millones de habitantes, y además provocó daños climáticos  inconmensurables al generar una gran ceniza que dejó al año 1816 sin verano y, en consecuencia, Estados Unidos y Europa quedaron sin cosechas ese año, sobreviniendo tremenda hambruna.

 Después, en el siglo XX hubo otras tragedias mayores aún, como el terremoto de Japón, acaecido en 1923 que cobró la vida de 142 mil personas.

 Pero todos estas enormes tragedias palidecen frente al gran tsunami de Indonesia del año 2004 en el Océano Índico, que costó nada menos que 200 mil vidas humanas.  

 Estas súper tragedias nos asustan porque la siguiente podría ser en cualquier lugar del planeta, y todos rezamos porque no nos toque a nosotros ni a los nuestros, pero olvidamos que las tragedias naturales son menores a las que nosotros mismos provocamos, y dejamos que sucedan.   

 Si los terremotos, sismos y tsunamis son mortíferos, las guerras lo son mucho más.

 Por ejemplo, la Primera Guerra Mundial costó 8 millones de muertos y 6 de inválidos, cuando existían sólo mil 820 millones de personas en el planeta.

 Y la Segunda Guerra Mundial provocó la muerte de 62 millones de seres humanos, con una población existente de 2 mil 626 millones de personas.  

 A donde voy es que nada podemos hacer para evitar que haya accidentes geológicos que provocan nuevas tragedias, pero lo que sí podemos hacer es que no haya más guerras exigiendo a nuestros gobernantes que sigan el pensamiento de Gandhi quien dijo que no hay caminos para la paz, porque la paz es el camino. 

 

 La paz es un concepto que no significa sólo la ausencia de guerra, es mucho más que eso, simboliza la unidad y la armonía entre los diversos segmentos de la sociedad. Recordemos la obligación que tenemos con nuestra especie: aportar algo para que sobreviva por los siglos de los siglos.