05/May/2024
Editoriales

El más poderoso león necesita de su vecino el humilde ciervo

Ahora que estamos en la temporada de huracanes, recuerdo que en el año 2005 el Ciclón Katrina azotó la Ciudad de New Orleans dejando una estela de muerte y desolación tal, que el poderoso león pidió ayuda al humilde ciervo, vecino del sur de su frontera. 

Los temerarios marines norteamericanos, expertos en acabar con las vidas de sus enemigos, reconocieron que no sabían cómo salvarlas. 

Al ver la tragedia, olvidamos los agravios sufridos en la invasión de 1846; los sanguinarios Minutenman de California y Nuevo México que cazan migrantes como si fueran liebres, y hasta de las insultantes revisiones e interrogatorios cuando queremos ingresar a su actual territorio. 

México mostró solidaridad enviando tropas al territorio estadunidense, y no a cobrar ofensas, sino para ayudar. Las botas de los soldados mexicanos pisaron tierras que habían sido españolas, francesas, y ahora norteamericanas. 

Eran del mismo Ejército Nacional que se vistió de gloria en Querétaro de 1867 al rematar la epopeya iniciada en Puebla en 1862, derrotando a Francia y su ejército -el más poderoso del mundo-.

Así son de sorprendentes las vueltas que da la vida. Estaban nuestros soldados en territorios que habían sido de una nación que nos invadió, y que ahora son de otra nación que también nos invadió… y fueron para ayudar a los damnificados -los pobres, según dijo doña Bárbara Bush-. 

Pero ¿cuál fue la respuesta de las autoridades norteamericanas? Al ver que la opinión pública estadunidense se le echó encima al presidente George Bush por su incapacidad ante el problema, tanto que hasta México pudo reaccionar más rápido que él, se tomaron medidas para ridiculizar la ayuda mexicana.

Nuestros soldados rescataban familias atrapadas por las aguas desbordadas del río Misisipi, las cobijaban y les daban de comer mientras llegaba el apoyo federal norteamericano.

Pues resulta que llegaron -acompañados por un pull de prensa- inspectores de salud a suspender el abasto de comida a los damnificados porque ‘no se lavaban las manos y porque las estufas estaban en el piso´, no como en las cafeterías Luby's, encima de un mostrador de acero inoxidable.

La verdad es que sintieron, y les dolió, la cachetada con guante blanco que México les propinó, y temían el cobro.

Pobres, no saben que como fieles cristianos solo pusimos la otra mejilla después del sonoro golpe propinado en el otro cachete.

Ellos hubieran enviado tremenda facturota para cobrar la asistencia social y un buffet de mexican food instalado en New Orleans.