06/May/2024
Editoriales

La salud del presidente de la República

Especular es hacer conjeturas sobre algo sin conocimiento suficiente. Y en nuestro México se especula con todo lo relacionado a la vida pública incluyendo la salud del Presidente de la República. Bastó que un reportaje evidenciara que López Obrador se atendía de un malestar cardiaco, para que se desatara una ola de especulaciones a lo largo y ancho del territorio nacional. Sus malquerientes dicen que por esa causa no terminará el sexenio, y sus seguidores afirman que los problemas cardiacos dejaron de ser mortales desde que llegaron los trasplantes de corazón. 

En otras naciones se ve con naturalidad que sus dirigentes enfermen de la pandemia del Covid-19, como sucede con Boris Johnson, primer ministro británico, pero el Presidente mexicano tiene prohibido enfermarse.

El ejemplo de una operación en la rodilla del presidente Zedillo es ilustrativo, pues un día apareció en silla de ruedas detallando su problema de meniscos gastados, describiendo la operación quirúrgica a la que se habían sometido en el Hospital Militar, haciendo además una patética demostración de intentar ponerse de pie. 

De inmediato eso reflejó una grave caída en su imagen que, siendo un país presidencial, arrastró a su partido, al grado de que días después perdió por primera vez la mayoría absoluta en las dos Cámaras, y el opositor Cuauhtémoc Cárdenas arrasó en las elecciones para ser el primer jefe de gobierno de oposición en la Capital mexicana.  

Algo similar le pasó al presidente Felipe Calderón cuando se cayó de una bicicleta quebrándose el hombro izquierdo y golpeándose la rodilla, lo que le llevó a aparecer fotografiado con un cabestrillo, derrumbándose en un santiamén su imagen de hombre fuerte y terminó entregando la banda presidencial al opositor Enrique Peña Nieto. Coincidencia con otros factores o no, lo cierto es que cuando un Presidente mexicano se muestra como lo que es, un ser humano más, le va mal en la política. Por eso el presidente López Obrador no acepta hacerse un examen para saber si ha adquirido el Coronavirus, porque su intuición política le dice que -como dijera el ahora famoso López Gatell- “La fuerza del Presidente es moral, no de contagio”. De tan desafortunada declaración se podría deducir que, si el presidente se contagia, no tendría la fuerza moral necesaria para seguir gobernando.