La política mexicana es muy intrincada, entre otras cosas porque nuestro pueblo es totémico. Durante toda su historia ha buscado tener al menos un personaje icónico a quien reconocer como ente superior “por si acaso” lo necesita algún día. Así ha elevado a los más altos sitiales de su conciencia a personajes emblemáticos de la religión, como Quetzalcóatl en la prehispania, y al Niño Fidencio, a mediados del siglo pasado en el noreste mexicano. Lo mismo artistas como Cantinflas y Pedro Infante, o políticos como López de Santa Anna y Lázaro Cárdenas.
El pueblo no necesita juzgarlos con imparcialidad; los ama, hagan lo que hagan. Desde luego que para llegar al nivel de ídolo, debe tratarse de un personaje sobresaliente, carismático y “buena onda”.
En el Estado de México nació una leyenda política llamada Grupo Atlacomulco, originario del municipio que lleva ese nombre, y se supone creó Isidro Fabela (1882-1964), un abogado brillante de gran carrera. Secretario de Relaciones Exteriores con el presidente Carranza; Embajador ante la Sociedad de las Naciones de 1937 a 1940; Miembro de la Corte de Arbitraje de La Haya; Gobernador del Estado de México, y doctor honoris causa de la UNAM, entre otras distinciones que tuvo en vida. Ah, olvidaba decir que un requisito indispensable para que los mexicanos entronicen a alguien, es que se comporte en forma filantrópica, y en ese rubro, Fabela donó a la Nación su casa El Risco en San Ángel, donde se encuentra su biblioteca y una valiosa colección de pinturas.
Así que su grupo Atlacomulco tuvo por buen tiempo, el más alto sitio en el corazón de los mexiquenses y de buena parte del país. Entre sus miembros más destacados estuvieron además de Fabela, Alfredo del Mazo Vélez, Alfredo del Mazo González, Salvador Sánchez Colín, Arturo Montiel Rojas, Enrique Peña nieto, y Alfredo del Mazo Maza, todos ellos gobernaron su Estado. y su influencia política fue más allá del EDOMEX, con personajes como Carlos Hank González, y algunos otros gobernadores de diversos estados que, sin haber nacido en Atlacomulco, hicieron crecer la leyenda. Claro que enemigos no les faltaron, y su mejor venganza fue apodarlo como “grupo atracomulco”, que su sola pronunciación provoca risa, pues a muchos de esos gobernantes se les achaca actos de corrupción. Todo apunta a que el presidente López Obrador es el nuevo tótem de los mexicanos, pues lo mismo se le celebran sus aciertos como sus errores.