08/May/2024
Editoriales

Los demonios desatados

El cuarto día del año 2017 fue una pesadilla para Nuevo León. Con el pretexto de un gasolinazo que incrementaba el precio de las gasolinas, al filo de las 17 horas hubo manifestaciones populares de protesta y -algo nunca visto en nuestra Ciudad- saqueos a tiendas y almacenes comerciales.

Esto ya era de suyo increíble, pues en Monterrey han sucedido eventos bélicos a lo largo de la historia y no se habían registrado saqueos a los comercios.

Sin embargo, al caer la noche las cosas fueron más allá. Los manifestantes se congregaron en la Explanada de los Héroes y desde un templete los oradores trataban de exaltar el ánimo del público cuando caía la luminosidad natural y se encendían las luminarias de los postes metálicos de estilo colonial que embellecen la obra cumbre del gobernador Martínez Domínguez.

Comenzaba la noche y los regiomontanos molestos por el incremento de la gasolina, fueron comprendiendo que no hay brecha que separe la verdad de los sueños y las ilusiones, pues aquella -la verdad- nunca deja lugar para estos -los sueños y las ilusiones-.

Sin darse cuenta estaban siendo el coro de un grupo de sayones que irrumpieron en el evento con violencia quebrando los históricos vitrales del Palacio de Gobierno.

Esa salvajada pasó cual bochornoso evento sepultado a lo largo de un lustro, pero quedó sembrada una semilla de impunidad.

Y anoche brotó esa simiente con el pretexto del Día de la Mujer. 

En las manifestaciones pacíficas contra la violencia que victimiza a las mujeres, participaron hasta niñas con pancartas que traían frases que algunos no entendían, mucho menos las criaturas que las portaban.

Pero ya en la noche, un grupo de mujeres con rostro cubierto, de las que piensan que el entendimiento se consigue sólo con el ataque, conquistaron su derrota atacando a todos, justos, pecadores, inocentes, y culpables, porque todos fuimos agredidos, pues el pueblo es el verdadero dueño del Palacio de Gobierno.

Quemaron la puerta, pintarrajearon las escaleras interiores, y quebraron de nuevo los vitrales. 

El daño al patrimonio artístico e histórico es grande, y las declaraciones del gobernador Samuel García no estuvieron a la altura de las circunstancias diciendo que él paga en lo personal los daños.

No, esto no se trata de dinero, sino de conciencia ciudadana y de responsabilidad oficial.        

No importa cómo se juegue el juego de la culpabilidad; alguien tiene que resultar culpable, so pena de que se desaten los demonios, los grandes, que todos llevamos dentro.