27/May/2024
Editoriales

No todo lo que brilla es oro

El ingeniero civil Alberto J. Pani, además de haber sido Ministro de Hacienda en el periodo posrevolucionario, lo fue de Relaciones Exteriores, así que seguido viajaba al extranjero. Este hombre de apariencia adusta era dueño -como toda persona inteligente- de un estupendo buen humor. 

Resulta que en uno de sus viajes a Nueva York le sobró tiempo, así que se fue ‘de compras’ y entró a mercar a una de las tiendas llamadas “Ten Cents Store”, donde todo valía diez centavos de dólar, unos regalos para bromear con sus amigos.  

Allí compró unos anillos de metal corriente con vidrios de dimensiones escandalosamente grandes y talladas como brillantes, para bromear con sus amigos y ahijados.

Como era amigo personal del presidente Álvaro Obregón, le regaló una de esas ‘joyas’ haciéndole en privado toda una ceremonia diciéndole que era “el anillo del pescador”       –aludiendo a Margarito Ramírez el Superintendente de Ferrocarriles- y el estuche de la baratija daba la impresión o “el gatazo” de algo caro. Obregón era un político súper listo, pero en esa ocasión no percibió de pronto la broma y se resistía dignamente a aceptarlo. Pero alguien del Estado Mayor al ver el anillo le recomendó al oído: “Absténgase de usarlo mi General, porque la gente puede creer que es bueno…” Obregón lo vio bien y soltó sonora carcajada, festejando la puntada de Pani…

Fuente:

121 Alberto J. Pani, “Bajo el presidente Obregón” en Apuntes autobiográficos. México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2003, pp57-58