El psicólogo francés Alfred Binet fue contratado por el gobierno de su país para que desarrollara un método que identificara a los niños que batallaban con la educación tradicional. Binet diseñó un cuestionario con preguntas para niños de inteligencia media y de diferentes edades. La secuencia del cuestionario iniciaba con preguntas para una edad inferior del evaluado, y le iba subiendo al nivel de dificultad hasta que el niño ya no respondía nada, se suspendían las cuestiones. Al iniciar la etapa de preguntas de nivel superior a su edad, se le añadía al resultado dos meses por cada pregunta respondida de una edad mayor a la de él. Así, un niño de 10 años que respondiera todas las preguntas de su edad y a tres preguntas de un nivel superior, se le calificaba con una edad mental de 10 años y seis meses. Después de Binet, el norteamericano Lewis Terman introdujo el criterio del CI (Coeficiente de Inteligencia), que se calculaba dividiendo la edad mental entre la cronológica, y multiplicaba el resultado por cien. Así, un niño de 8 años de edad cronológica, pero con una edad mental de 10 años, tendría un CI de 125, esto es, 10 dividido entre 8 es 1.25 y 1.25 por 100, es igual a 125.      

 Hasta que en 1960 llegó el parámetro llamado desviación del CI, que comparaba la calificación de una persona con las calificaciones de la población en general. Esto da idea de cómo anda ese individuo en inteligencia respecto de los demás de su edad, grupo racial, religioso y nacional. Con el CI sabemos que el 66 por ciento de las personas andan entre 85 y 115, y que el 97 por ciento, entre 70 y 130. Hay muy pocas personas superdotadas –que son las que andan arriba de 130- o retrasadas por debajo de 70. La mayor parte de profesionistas traen una puntuación arribita de los 120, mientras que los técnicos andan alrededor de 91 a 110.