26/Apr/2025
Editoriales

Toro Sentado

Cuando nació el famoso indio siux Tatanka Iyotanka o ‘Toro sentado’ en el actual Dakota del Sur en el año de 1831, ese territorio pertenecía a nuestro país. Toro Sentado tenía diez y siete años de edad cuando se firmó en Ciudad de México el Tratado Guadalupe Victoria, que finaba la invasión estadounidense y el retiro de sus tropas, a cambio de los territorios nórdicos mexicanos, entre los cuales estaba el territorio sioux. Pero una cosa era derrotar al ejército nacional, y otra muy diferente doblegar a los habitantes de todos estos territorios; no todos aceptaron ser gobernados por los norteamericanos. En el año de 1863 el ejército norteamericano aún peleaba los terrenos de caza a los Iakota.

Y en el mes de junio de ese año se enteraron los soldados estadounidenses de lo que era capaz Toro Sentado, quien ya lideraba a los sioux, pues en 1864, Toro Sentado apoyó a los sobrevivientes de la sanguinaria batalla de Sand Creek, territorio de Colorado, convirtiéndose así en un gran jefe tribal, y a los 37 años de edad fue electo jefe de la nación indígena. Cuatro años después, a los 41 años, en plena batalla a orillas del río Yellowstone, caminó rumbo a los soldados enemigos y se sentó a fumar su pipa en medio de una lluvia de balas, dando una inaudita demostración de valor. Así que, entre los mismos norteamericanos se convirtió en leyenda, y cuando TS cumplió 43 años inició la frenética invasión de tierras en Black Hills porque se encontró oro, el mayor enloquecedor de los norteamericanos. Pero el jefe Toro Sentado estaba en su apogeo, así que el 25 de junio de 1876, con un ejército formado por Sioux y Cheyennes, derrotó en forma brutal a George Custer, un legendario y vanidoso militar. Posteriormente, TS encabezó en 1877, a mil indios en una marcha rumbo a Canadá, y en el camino sumó a otros cuatro mil. El general Terry fue hasta su territorio a ofrecerle amnistía a cambio de recluirse en una reservación para indios, pero Toro Sentado no aceptó y la prensa canadiense decía que estaba convocando a otras tribus para asaltar Estados Unidos. La respuesta del líder TS fue regresar a su país en 1881, pues escaseaba la carne de búfalo en esa región, y al ver morir a sus antiguos jefes indios que le apoyaban, el 19 de julio de ese año se rindió para frenar los ataques contra los de su raza. Se firmó un acuerdo perdonándole sus crímenes con tal de pacificar a los indios, y fue enviado a un territorio de reserva en Standing Rock, pero ante el temor de una posible reacción de los indios de la zona, mejor lo mandaron al fuerte Randall, aguas abajo del río Missouri, a donde ya llegó como prisionero de guerra y allí estuvo dos años. 

En 1885 consiguió que lo comisionaran para acompañar al show teatral de Buffalo Bill, que recreaba los superados tiempos del viejo oeste. Así viajó por Estados Unidos, Canadá e incluso fue hasta Europa. Su participación consistía en montar a caballo, mostrar algunas destrezas con las armas y firmar autógrafos, pues su nombre era muy famoso. Pero no aguantó más de cuatro meses el hipócrita comportamiento de la sociedad civilizada, que no sentía piedad ni entre los mismos integrantes. Tenía 52 años cuando leyó un discurso de homenaje al tren del Pacífico Norte, y al término del mensaje que le habían escrito, dijo de frente al público: ‘Los blancos son todos ladrones y mentirosos’. Pero el intérprete dijo: ‘Nosotros damos gracias a la civilización’ y el público aplaudió al gran guerrero pacificado. Tenía 59 años cuando el 15 de diciembre de 1890, lo arrestó una patrulla de 43 Iakotas sin motivo alguno, y cuando un grupo de fieles de la Danza de los Espíritus –entre ellos uno llamado Catch-The-Bear- dispararon al teniente Bull Head que lo custodiaba, éste respondió disparando a Toro Sentado para que el agente Red Tomahauw le diera el tiro de gracia. Inmediatamente asesinaron también a Crow Foot, el hijo de Toro Sentado que se encontraba en una cabaña cercana y se hizo una trifulca donde murieron 300 miembros de la tribu. Se dice que en un sueño le habían avisado sus dioses que sería muerto por los suyos. Si en el resto del país hubiéramos tenido a unos tres Toros Sentados, otro gallo nos cantara.