25/Apr/2025
Editoriales

Merecidos castigos a los actores en la pasión y muerte de Jesús

Hace unos días conmemoramos la semana santa o semana mayor, recordando a los personajes más importantes en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Desde luego que la Virgen María es figura esencial para entender el tamaño de la tragedia, pues ver cómo maltratan y crucifican a un hijo es algo que no se le desea a nadie.

 Así que vale comentar lo hecho por y su castigo a los demás actores: Judas, Pedro, Caifás y Pilatos. 

 Judas Izcariote fue el discípulo traidor que vendió a Jesús; y Pedro, el discípulo más cercano al maestro, que titubeó a la hora de su arresto, negándolo tres veces. Caifás era el sumo sacerdote y uno de los líderes intelectuales de la condena a Jesús; él fue quien le inquirió preguntándole _¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios? Y Jesús respondió que sí, es decir, ‘confesó’ lo que les facilitó su condena.  

 Pilatos, por su parte, era prefecto de Judea, cuya jurisdicción llegaba hasta Cesarea, teniendo a su cargo las fuerzas romanas, y residía en Jerusalén.    

 Esto significa que Pontius Pilatus tenía autoridad para liberar o condenar al reo, pero las autoridades judías lo presionaban para que dictara la orden de ejecución en la modalidad de crucifixión.

 Por su falta de carácter o su abyección a los gobernantes condenó al reo, pero desde ese momento sus apoyos políticos se desvanecieron. Muy pronto fue acusado de disponer de los fondos del templo para edificar un acueducto, y despuesito lo culparon de una matanza de samaritanos en el año 36, siendo su castigo la destitución de su puesto, perdiendo súbitamente su nombradía.

 Con el juicio de la historia y el paso del tiempo, a Pilatos se le conoce por lavarse las manos en el juicio de Jesús, relacionándose siempre con quienes evitan su responsabilidad.

 De Judas es sabido que su conciencia le hizo suicidarse inmediatamente, y su nombre hasta la fecha se vincula a la traición. Caifás continuó de sumo sacerdote unos tres años más y murió asesinado en la Toma de Jerusalén por los romanos en el año 70 DC. Pedro se arrepintió de su poco valor, y fue la cabeza de la Iglesia, es decir el primer Papa, pero en tiempos del emperador Nerón, murió crucificado en Roma, con la cabeza hacia abajo, pues no se consideraba digno de morir de la misma forma que Jesús. 

 

 Todos moriremos algún día, pero pocos reciben castigos tan merecidos.