La Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León emprendió un viaje por los más conocidos ritmos musicales de Latinoamérica, España y Estados Unidos, durante el cuarto programa de la primera serie de la Temporada 2019 titulada “Homenajes”.
El concierto abrió con una obra de Mario Kuri-Aldana, el compositor tampiqueño fallecido hace cinco años, quien en 1971 compuso el Réquiem en honor a Ernesto Che Guevara, reelaborado en 1977 como versión orquestal con el nombre de Canto Latinoamericano.
Esta obra se grabó por el nuevo director de la OSUANL, Eduardo Díazmuñoz, junto con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, dentro de una serie dedicada a la música de los compositores mexicanos en el disco Twentieth Century Mexican Symphonic Music, en 1999.
El público pasó de este himno al Che, que tiene partes desde solemnes hasta tropicales, a un contraste con la rapsodia para orquesta España de Emmanuel Chabrier. En ella, el compositor francés buscó expresar las impresiones que recibió durante su larga estancia en dicho país, a partir de dos temas principales de la danza: la jota y la malagueña. La OSUANL realizó la ejecución con la rapidez, energía y brillo que demanda la conocida y breve composición.
En la segunda parte, Díazmuñoz propuso continuar este viaje musical hacia América, o “descubrir” el continente de la mano de una sinfonía romántica, la Del nuevo mundo, compuesta por el checo Antonin Dvorák, durante su estancia en Nueva York.
La orquesta ejecutó con fidelidad la obra, que refleja las impresiones de Dvorák en América, donde se aventuró a escuchar el ritmo de la música góspel de los afroamericanos, así como de algunas canciones de los nativos americanos.
Tras el primer movimiento, Adagio-Allegro molto largo, la gente irrumpió en aplausos. Díazmuñoz se volvió hacia el público y expresó que aplaudir entre los movimientos era una costumbre antigua, y no hacerlo puede desconcentrar al director y a los músicos. Por lo cual, solicitó que, si les gustó el movimiento, aplaudieran tal como se hacía en los siglos XVII, XVIII y XIX. La gente, contenida en su emoción, estalló en aplausos y los atrilistas festejaron el gesto del director con amplias sonrisas.
Luego del final del cuarto movimiento de la novena sinfonía, Allegro con fuoco, el público tributó un prolongado aplauso y ovación al director, quien lo compartió con sus músicos, específicamente los oboes, las flautas, los clarinetes, los fagots, los cornos, las trompetas, los trombones; y en general con cuerdas, maderas y metales en conjunto.
Una pequeña entregó un ramo de flores a Díazmuñoz, quien en agradecimiento repitió parte del desarrollo del cuarto movimiento para beneplácito de los asistentes y los músicos; una vez, en gesto de satisfacción y reconocimiento, golpearon con sus arcos sus atriles. Un ejemplo más de la comunicación establecida entre director y músicos, y entre ellos y el público. Los músicos y el director esperan que siga por buen camino.