11/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

 

Junio 11 de 1983: muere en Monterrey a causa de una fulminante enfermedad la prestigiada soprano Lucila Díaz Oropeza, Lucila Sabella. Nacida en 1928 en Santiago Papasquiaro, Durango, residió desde su niñez en Monterrey, y siempre tuvo talento para el canto, siendo descubierta por el maestro y compositor Evodio Rivera, quien era vecino de la familia, y se ofreció para darle lecciones privadas de solfeo a Lucila, con lo que le nació una fuerte vocación a la música. Se inscribió en la Escuela de Música de la Universidad de Nuevo León y varios hombres de empresa, así como clubes de servicio apoyaron a Lucila con una beca para continuar sus estudios en Roma.

Se inscribió en el Conservatorio de Santa Cecilia, y fue invitada para dar conciertos y recitales en los que mostraba sus amplias cualidades musicales, además aprendió varios idiomas para cantar canciones originarias de esos países, como el italiano, alemán, francés, inglés, y ruso. En Italia conoció y se hizo novia del militar Salvatore Sabella, quien vino a Monterey de visita cuando Lucila ya había regresado, y se casaron. Así fue como Lucila Sabella se presentaba con las orquestas sinfónicas de varias entidades del país. Y en esa época se formó la orquesta filarmónica de la U.A.N.L., proceso en el que participó Salvatore Sabella, motivo por el cual recientemente le fue reconocida su labor por las máximas autoridades de nuestra Máxima Casa de Estudios.

Los éxitos de Lucila Sabella fueron amplios por lo que fue invitada a actuar y grabar varias canciones con la Orquesta Filarmónica de Londres, y en 1971 cantó frente al presidente Luis Echeverría, así como en el Palacio de Bellas Artes. El Ayuntamiento de Monterrey encabezado por su alcalde Roberto Garza González le impuso una Medalla de Oro, y a nivel nacional, la Secretaría de Relaciones Exteriores le dio el Águila de Tlatelolco, promovida por el canciller Santiago Roel, otro distinguido regiomontano. Murió un día como hoy de 1983. El ayuntamiento de Monterrey bautizó con su nombre el céntrico kiosco de la Plaza Zaragoza, frente a la Catedral Metropolitana de Monterrey.