
Ayer nos cimbró la ejecución en plena Calzada Tlalpan y calle Napoleón, de Ximena Guzmán y José Muñoz, funcionarios cercanísimos a Clara Brugada, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Ambos la acompañaron en las más importantes encomiendas políticas que ha desempeñado, y aunque dicen que ya detuvieron a un par de sospechosos de ser los ejecutores, mientras no se esclarezca plenamente este artero crimen, habrá cualquier cantidad de especulaciones.
Lo grave es que estas ejecuciones de funcionarios públicos generan entre la población una sensación creciente de inseguridad, evocando lo que sentimos en 1994 con la ejecución de José Francisco Ruiz Massieu en la calle de La Fragua entre Reforma, y el edificio de la CNOP, al lado del monumento de la Revolución Mexicana.
Ahora hay desde luego, como había en el otro crimen mencionado, muchísimas hipótesis del móvil criminal. Y todas traen efectos demoledores en el ánimo popular, pues si eso les sucede a los funcionarios, el pueblo bueno y sabio no tiene esperanza de salvarse de la violencia, por lo que el gobierno de CDMX está obligado a resolverlo.
Esta doble ejecución de funcionarios se realizó en plena Calzada de Tlalpan, y quienes los conocieron bien aseguran que no se trata de un tema de drogas o dinero, lo que nos lleva a deducir que es un crimen político de objetivos desconocidos.
La diferencia mayor entrambos crímenes (Ruiz Massieu y Ximena – Muñoz) no parece ser la naturaleza del móvil, sino en la forma, pues en el primero, mucha gente sabía en dónde estaría el ejecutado, mientras en el segundo, extrañamente el sicario sabía exactamente en qué calle estarían las dos víctimas a las 7 de la mañana. Otra gran diferencia es que en el primer crimen detuvieron de inmediato al gatillero y en éste de ayer, el sicario huyó en una motocicleta, operada por un cómplice.