Octubre 15 de 1917: Es fusilada en Vincennes, cerca de París, la bailarina y espía Mata Hari. Margaretha Geertruida Zelle, hija de un conocido sombrerero nació en Leewarden, Países bajos, en 1876, era una bella joven de 18 años cuando se casó con Rudolf Campbell McLeod, un militar que había solicitado ser su novio por conducto de avisos de ocasión en un periódico; se fueron a vivir a Java y Sumatra. Tuvieron un hijo varón que murió envenenado por un sirviente, y una hija que Margaretha no consiguió su custodia legal, debido a que se divorció de su dipsómano marido quien la acusó de prostitución, catalogándola públicamente como una cortesana de lujo. Al poco tiempo recibió una oferta de trabajo de la oficina de contraespionaje inglesa. La aceptó y cambió su nombre por el de Mata Hari, bailarina con mucha belleza pero pocas aptitudes. En la primera guerra mundial, de 1914, Mata Hari estaba actuando en Berlín, y valiéndose de su arte sedujo a militares de alto rango para sacarles información que le daba a los alemanes, según el servicio secreto francés, jugándole chueco a Francia. Detrás de la hermosa bailarina que se enamoraba de cualquier hombre que vistiera de militar (“prefiero ser amante de un oficial pobre que de un rico banquero” decía), existía una mujer que mentía y exageraba en forma patológica, pues luego de su muerte se descubrió que ella misma era la que inventaba muchas de sus supuestas traiciones a Francia. Fue presa acusada –sin pruebas contundentes- de que desde julio de 1916 estableció contacto y compromisos con militares de todas las nacionalidades. Cuando la iban a fusilar salió totalmente desnuda para poner nerviosos a los ejecutores, y la leyenda afirma que de todo el pelotón, sólo cuatro le atinaron en el cuerpo, aunque con uno sólo hubiese sido suficiente. Sin embargo, el sargento que mandaba al pelotón le dio un innecesario tiro de gracia a la bella mujer.