Probando los equipos para una futura misión, estaban el día 27 de enero de 1967 a bordo de la nave Apolo 3, su comandante Virgil Grissom “Gus”; y los pilotos Roger Chaffee, y Edward White. Todo estaba en orden hasta que, de repente sucedió un corto circuito en alguno de los cables –tal vez mal aislado- iniciándose rápidamente un incendio a bordo.
No tardaron en morir todos más de diez y siete segundos, pues la transmisión del fuego fue tal como se realizan las explosiones, de inmediato. Pero en realidad los tres astronautas murieron antes de calcinados, por asfixia, ya que el incendio liberó gases muy peligrosos y la nave se convirtió en un asador por el fuego y en una cámara de gases mortales al mismo tiempo. Lo grave es que no tenía una salida de emergencia, pues los sistemas de escape no estaban previstos en el diseño de este tipo de naves. La NASA detuvo sus vuelos al espacio hasta modificar el diseño de los módulos tripulados. Desde luego que nada compensa la valiosa pérdida de los tripulantes de esta máquina espacial, pero en una especie de homenaje a su memoria, toda la misión cambió su nombre a Apolo I.