10/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Hoy conmemoramos que hace 426 años Diego de Montemayor fundó la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. El 20 de septiembre de 1596, un centenar de valerosos pioneros dirigidos por Diego de Montemayor hicieron semejante hombrada. 

No la fundaron en una pródiga costa, ni en fértiles faldas de volcanes, ni sobre ricas minas. Sólo había lo básico: agua y montañas que abrigan, suficiente para superar todas las dificultades si son acompañadas de trabajo y valor. 

No iban de paso ni eran filibusteros, llegaron para quedarse a vivir y construir una gran Ciudad.

La población se estableció en la ribera norte del Río Santa Lucía. 

Allí, la Plaza Mayor estaba cerca de donde hoy está el Palacio de Gobierno. 

Había un terrado por plaza; el Templo y las Casas Reales eran de barro y techos de palma; y la Ciudad, una docena de jacales de esos materiales. 

Hasta que fue devastada por el bravío Santa Lucía; primera tragedia de Monterrey. Pero los reineros la trasladaron a su ubicación actual: la Plaza Zaragoza, entonces Plaza de Armas o Plaza Mayor que era el centro. 

A sus lados cimentaron el templo parroquial, hoy Catedral Metropolitana, y las Casas Reales, hoy Museo Metropolitano, daban servicio religioso y político al Nuevo Reino de León.

El gobernador Martín de Zavala convenció a inversionistas queretanos, zacatecanos y guanajuatenses, para que trajeran sus capitales a esta tierra que les pagó bien: aquí pudieron incrementar su capital y Monterrey los adoptó como reineros.

Ahí Zavala marcó línea: en adelante, las inversiones foráneas serán bienvenidas a nuestra tierra, siendo el despertar económico de la Ciudad. 

Después, la fundación de San Antonio del Béjar convirtió en punto de enlace y comercio a Monterrey. Convoyes y diligencias trasportando riquezas y personas tomaban aquí un descanso en medio de sus viajes. Así nacieron el comercio y los servicios. 

Nuestros héroes son de la talla del gobernador Manuel de Santa María, primer funcionario real de origen peninsular que abrazó la insurgencia y declaró la Independencia en enero de 1811. 

José de Herrera, guerrillero que enfrentó a las tropas del no menos bizarro Joaquín de Arredondo, y el gran aporte de Monterrey a la Independencia: la mente ilustre de Fray Servando, pilar de nuestra patria.

En 1846, nuestra Ciudad fue la primera en ser ocupada por el invasor norteamericano, pero con esa lección aprendida, la misma Ciudad rechazó al invasor europeo, dos décadas después.

Con el ferrocarril nació la vocación industrial. Cervecería, Fundidora, Cementos y Vidriera, más un centenar de industrias medias y pequeñas posicionaron la marca Monterrey en los primeros niveles internacionales.

Tras la revolución, la Ciudad creció con mayor nobleza. Las nuevas leyes laborales movieron la escalera social. Quienes, por generaciones habían sido campesinos, jornaleros u obreros, accedieron a la educación técnica y profesional. La creación de la Universidad de Nuevo León y otras universidades fue determinante.

Ni las crisis económicas, de seguridad o sequías la detienen. La nuestra es una Ciudad sostenida en el progreso, en el trabajo, el estudio y la cultura. 

¡Que Viva Monterrey!