Felipe V abdicó a favor de su hijo Luis I y se fue a vivir a la Granja de San Ildefonso. Desde el 14 de enero de 1724, con sus cuarenta y un años de edad no salió de allí pues tenía conciencia de que su estado mental no era el adecuado, y él aspiraba al trono francés, no quería el español. Si el diagnóstico a su enfermedad fuera hoy día, seguramente fuese calificada como un trastorno bipolar, pero como esto fue en el siglo XVIII, se decían cosas feas del primer rey de la Casa borbón.
Felipe V sufría depresiones alternadas con ataques de euforia; no se cambiaba de ropa porque estaba convencido que lo querían envenenar con una camisa y no se cortaba las uñas de los pies por cierta creencia pagana, pero eso le impedía caminar. Por todo ello mejor se construyó un palacio en La Granja, parecido a Versalles y coronó a su hijo Luis I de 17 años, quien era apodado “El bien amado” por su buen trato a los súbditos. Pero este joven rey Luis I tuvo tan mala suerte que nueve meses después de ser coronado murió de viruela, siendo considerado –tal vez- como el rey español que haya durado menos tiempo de todos. Pero esto no le dolió tanto a su padre Felipe V, como el tener que regresar al trono español, y no lo hizo de muy buena gana.