26/Jun/2024
Editoriales

Usted, de buena memoria ¿aceptaría ser nomenclátor de algún funcionario?

Hay quienes tienen una memoria estupenda, no olvidan los nombres, ni los detalles importantes de todo mundo.

Pero a la gran mayoría, conforme avanza la edad, se les dificulta recordar lo sucedido hasta a ellos mismos, o lo hacen con lentitud.

La explicación es que el cerebro siempre está acumulando datos, y al paso del tiempo la información que se guarda en la memoria crece geométricamente.  

La computadora que cargamos en medio de los hombros y encima del cuello, se va saturando de información por lo que sus respuestas se vuelven lentas.

Este problema no es nuevo, ni extraño, y se resuelve con una buena concentración. 

En la Roma antigua era frecuente que los hombres influyentes trajeran cerca a un “nomenclátor”, esclavo que tenía la delicada encomienda de recordarle a su amo los nombres de las personas con las que se encontraba.

Pero a ellos también el tiempo les mermaba su capacidad y batallaban para recordar. Séneca hablaba de los nomenclátores seniles que inventaban el nombre de las personas que su amo saludaba (Cartas 27.5).

Augusto se lamentaba de la poca memoria de su nomenclátor, al grado que un día le dijo: Lleva a tal parte esta carta de recomendación, pues allí no conoces a nadie.

En cambio, hay cerebros excepcionales que nunca olvidan determinados datos. Por ejemplo, Ciro, rey de Persia, recordaba los nombres y los rostros de cada soldado que había luchado en su favor. Otro ejemplo es Cineas, embajador del rey Pirro, que se memorizó los nombres de todos los senadores al día siguiente de su arribo a Roma. (Plinio, Historia natural 7.88). Otro caso fenomenal de memoria privilegiada es Adriano, quien corregía a sus nomenclátores, pues recordaba el nombre de una persona, aunque lo hubiera visto una sola vez en alguna multitud (Historia Augusta Vida de Adriano 20). 

Personalmente admiré de Don Eduardo Elizondo su gran capacidad para recordar los nombres de muchísimas personas, siendo gobernador del estado.

Los amigos que conocemos con la facultad de recordar datos rápidamente tienen la responsabilidad moral de apoyar a quienes se les dificulta hacerlo, pues como se menciona en los textos sagrados, a quien más se le da, más se le exige.

Algunos de ellos podrían hacer las veces de nomenclátores de algunos despistados gobernantes que olvidan sus promesas y mienten, tal vez sin dolo, nomás por costumbre.