México no ha podido conseguir la unidad. Su historia está llena de divisiones sociales recurrentes en todas las épocas desde antes de la Conquista. No hubiera sido posible que un ridículo número de soldados europeos venciera al gran Imperio Azteca si no fuera por las alianzas que tuvieron varios pueblos indígenas con el invasor. Y así ha venido sucediendo, por ejemplo, cuando nos invadió Estados Unidos, el presidente Santa Anna se puso al frente del ejército y en 1847 salió de la ciudad de México a enfrentar a los gringos, dejando en el poder en forma interina a Valentín Gómez Farías, algo que no era novedad pues ya había sucedido tres lustros antes, en 1833.
Pero Gómez Farías tenía su propio concepto de país, que bueno o malo, era diferente al de Santa Anna, así que aprovechó que éste andaba peleando en el norte con el invasor para hacer cambios de fondo y de inmediato quiso intervenir los bienes de la Iglesia para financiar precisamente, la defensa en la guerra de invasión norteamericana. Esto podría verse como algo bueno, sin embargo, no era el momento pues México se dividiría, como sucedió. En la Capital se levantó un grupo amplio de jóvenes hijos de familias bien acomodadas–les decían polkos porque era su música preferida en ese momento- desconociendo a Gómez Farías, con tal escándalo que Santa Anna hubo de regresar a destituir a Gómez Farías y apaciguar la Capital, pero dejando el camino libre al ejército norteamericano que hizo su agosto. Y así en forma recurrente, nos dividimos a la hora de enfrentar peligros, mismos que se reproducen hoy en infinidad de áreas de la vida nacional. Es preocupante imaginar una invasión en estos tiempos, no sólo de Estados Unidos sino de cualquiera otra nación poderosa. ¿se imagina cuántos mexicanos se unirían a los invasores? Pareciera ser que cuando no podemos solucionar nuestros problemas buscamos que mejor vengan extranjeros a llevarse lo que tenemos.