04/Jul/2024
Editoriales

La histórica aportación de Pablo González a la justicia social mexicana

De Nuevo León se dice que sólo tuvo grandes militares actuando en los conflictos bélicos de la mitad y hasta terminar el siglo XIX, pero que en el XX no hizo mayores aportaciones a los hechos de armas de la Revolución Mexicana. 

Esto no es cierto, pues hubo más de una decena de revolucionarios destacados.

Entre ellos figura el general de división nuevoleonés Pablo González Garza, quien emitió en Puebla de Zaragoza el 3 de septiembre de 1914 -hace 106 años-, el Primer Decreto que abole las ominosas deudas de los trabajadores con sus patrones tanto en Puebla como en Tlaxcala.  

Estos débitos eran contraídos por los trabajadores en tiendas, cantinas y casinos de raya, pingües negocios de los desalmados patrones. 

En esos establecimientos propiedad de los mismos patrones, compraban comida, alcohol y diversiones, pagando con los mismos vales que recibían a cambio de su pesado trabajo en el campo y en las empresas patronales. 

Además, aprovechando la ignorancia de los obreros les fiaban, culminando el proceso en una especie de esclavitud, pues muchos acumulaban tanta deuda que comprometían a sus hijos que debían trabajar para el patrón hasta pagar lo adeudado. 

Este criminal sistema nació durante el porfiriato extendiéndose por todo el país, y gracias a este militar lampacense desapareció, porque el ejemplo de González Garza cundió en todas las regiones productivas hasta que dejaron de existir las tiendas de rayas en México, porque ya no eran negocio. 

La historia de Pablo González Garza es interesante. Se formó entre la escuela militar en 1893, trabajos varios en Coahuila, y en Estados Unidos fue capataz en obras de tendido de vías del ferrocarrril, donde también estudió inglés, matemáticas, geografía, historia, economía, política y telegrafía. 

En ese país vecino, por conducto de su pariente Antonio I. Villarreal, se contactó con los hermanos Flores Magón, dándose idea del pensamiento liberal, lo que le llevó una vez de regresa a México en 1907, a afiliarse al maderismo y a la Revolución Maderista mostrando arrojo e inteligencia en las armas. 

Ante el asesinto de Madero, Pablo González se sumó a la revolución constitucionalista, participando el 17 de abril de 1914 en la toma de Salinas Victoria, y marchando después sobre la Ciudad de Monterrey, que era defendida por el general Wilfrido Massiew. Cuando tomó la Ciudad el 24 de abril, ya era Jefe del Ejército del Noreste, y este mérito le valió su ascenso a General de División.  

Ya investido como tal, Pablo González recibió la orden de lanzarse sobre San Luis Potosí, Hidalgo, Guanajuato y Puebla, obteniendo buenos resultados. Una vez instalado en el mando militar de esta importante plaza dictó el histórico decreto: 

“Septiembre 3 de 1914 

Pablo González, general de división del Ejército Constitucionalista y comandante en jefe del cuerpo de Ejército del Noreste, con las facultades que está investido, decreta lo siguiente: 

Primero. Quedan abolidas todas las deudas de los peones en todas las haciendas y ranchos de los estados de Puebla y Tlaxcala. 

Segundo. Quedan también abolidas todas las deudas de los artesanos y mozos y toda clase de empleados en las ciudades, distritos y municipalidades de los estados de Puebla y Tlaxcala. 

Tercero. El que contravenga esta disposición, exigiendo deudas pasadas a las clases menesterosas, sufrirá una pena de $100.00 a $5,000.00. Por tanto, mando se imprima, publique y se le dé el debido cumplimiento. 

Dado en el cuartel general de Puebla de Zaragoza, a los 3 días del mes de septiembre de 1914. 

El Gral. en jefe del cuerpo de Ejército del Noreste, Pablo González. El jefe de Estado Mayor, Tte. Cnel. Alfredo Rodríguez.” 

Este decreto del lampacense fue ejemplar, y de inmediato comenzaron a abolirse las tiendas, cantinas y casinos de raya en todo el país, puesto que esos celebérrimos establecimientos de nada servían a los patrones. 

El efecto de esta histórica medida no se quedó en la abolición de las deudas de los trabajadores que se desligaron de sus patrones, pues de ahí vino después un auge en las pequeñas tiendas particulares -llamadas tendajos en nuestra Ciudad- permitiendo que la clase media entrara al negocio del comercio.