08/May/2024
Editoriales

Cuando Monterrey se quedó sin autoridades

El 11 de enero de 1915, en plena revolución mexicana y ante la inminente llegada del ejército villista que comandaba el general Felipe Ángeles, salieron de Monterrey las autoridades estatales y municipales carrancistas. 

El gobernador Antonio I. Villarreal huyó de la Ciudad rumbo a Estados Unidos, y tras de él salieron todos los carrancistas, quedando Nuevo León y desde luego Monterrey sin una cabeza gubernamental.

Ciertamente una buena autoridad es aquella que no se nota y todo funciona. Sin embargo, cuando la autoridad no existe, al contrario de inmediato se nota, pues nada funciona.

Ante el vacío de autoridad algunos grupos de la sociedad como la Cámara de Comercio que presidía Constantino de Tárnava, el Cuerpo consular y un club de amigos se reunieron para organizar un Cuerpo de Policía Provisional que conservara el orden, pues el alcalde primero Alfredo Pérez, también abandonaba el puesto.

En los últimos días del gobierno de Villarreal, la carestía indicaba una escasez de productos de primera necesidad.

Todo fue que se supiera que el general villista Felipe Ángeles había tomado Saltillo el día de Reyes -el seis de enero- y emprendido la marcha rumbo a Monterrey para que todo el gobierno quedara acéfalo.

El improvisado cuerpo colegiado organizó una policía provisional, y como urgía surtir maíz, trigo y carne, se abocó a comprarlos pues bien dice un dicho que cuando se acaba la harina comienza la mohína.

En Monterrey había nerviosismo así que, sin necesidad de llamarles, se presentaron ante el mencionado cuerpo colegiado, los señores P. C. Hanna, B. C. Balley, así como  la Compañía Industrial de Monterrey, ofreciendo prestar maíz para que no hubiera problemas con el pueblo que daba señales de iniciar los clásicos desórdenes del hambre.

Hanna ofreció diez bultos de maíz, Bailey cuatro; y la Cía Industrial treinta bultos, que de inmediato se vendieron entre la gente menos favorecida.

La policía provisional se le encargó a José Videgaray, quien había sido conducto para que el alcalde Alfredo Pérez avisara que huirían todos los altos funcionarios.

En cuanto al abasto de productos de primera necesidad, se nombraron sendas comisiones con gente distinguida que tuviera contactos para surtirse en la comarca de Monterrey o más allá si fuere necesario.

Se les urgió a las comisiones para que iniciaran sus labores de inmediato y hubo cierto optimismo porque acababa de ser reanudado el servicio de telégrafo a Tampico, Laredo, Matamoros y Piedras Negras, y eso les permitía informarse de las posibilidades de surtirse de esos productos en esas localidades.

Por la tarde se volvieron a reunir para informar de sus investigaciones, y la comisión del maíz dijo que lo único que podía tenerse de inmediato era la cosecha que estaba en su punto de la Compañía de Agua y Drenaje en la Hacienda del Canadá.

La comisión de harina y pan informó que habían conseguido 50 bultos con los hermanos Alanís Tamez a un precio de 50 centavos el kilo; y otros cien bultos con el señor Ismael C. Sada. El señor Prisciliano Elizondo ofreció sus bodegas para comerciar estos productos, y además se abrieron expendios de harina y pan en el puente San Luisito, y los mercados de Colón y Juárez. 

La comisión de carne dijo que la carne estaba en buen precio y había suficiente. 

Se podía adquirir a 80 centavos el kilo de carne de puerco, a 40 centavos la carne de res con hueso, y a 50 la carne sin hueso.

Al día siguiente las comisiones informaron: la de maíz, que no pudo traer más que el de El Canadá, pues de los cincuenta bultos ofrecidos por los hermanos Alanís Tamez, sólo entregaron veinte, aunque por fuera consiguieron quince más, cantidad suficiente para un par de días. La de harina y pan, que ya estaban abiertos los cuatro expendios, y la de carne pidió que se le diera un salvo conducto a Silvano Delgado para que pudiese traer a la Ciudad veinte reses y cuatrocientas cabezas de ganado menor que estaban en el Topo.

Videgaray informó: que durante la noche habían sucedido varios intentos de robo en diversos puntos de la Ciudad, pero en todos los casos la policía los evitó llegando oportunamente ante los gritos de las víctimas. Que se aprehendió a los ladrones cuando robaban la Relojería Suiza,  de los señores Bremer, y que el velador del negocio coadyuvó con la policía, por lo que se gratificó con 20 pesos a cada policía y 50 pesos al velador.

Al llegar el general Felipe Ángeles a la Ciudad se le informó lo que se había hecho cuando Monterrey se quedó sin autoridades durante cinco días.

El prestigiado militar se mostró satisfecho y pidió que se realizara un plebiscito para elegir nuevo Ayuntamiento. Tal cosa se realizó el día 24 de enero colocándose las urnas en el Arco de la Independencia, eligiéndose a José Videgaray, quien se había esmerado en guardar el orden en ese tiempo con el cuerpo de Policía Provisional.

Pero cinco días después, el 29 de enero, Videgaray comenzó a cobrar lo que había invertido y que eran 389 pesos 65 centavos para sufragar los gastos diarios de la policía, y dijo que la Cámara de Comercio debía cobrar al Ayuntamiento que ahora él presidía, los mil 398 pesos con 65 centavos que prestó para pagar sueldos de los agentes del orden que en forma provisional trabajaron esos días. 

Todo se veía tranquilo, hasta que en los primeros días de febrero, los carrancistas atacaron la Ciudad, pero tras dos días de combate, se retiraron pues el general Felipe Ángeles los rechazó.   

No cabe duda que la política es la misma siempre, pues si Videgaray hubiera dicho antes de la votación que su primer acto de gobierno sería cobrar lo que se le debía, quien sabe cuál hubiera sido el resultado de la votación.