22/Nov/2024
Editoriales

Los Templos de Monterrey. El Templo de San Francisco, y la Capilla de Santa Rita

El Templo de San Francisco 

 

La Corona española conquistó reinos y colonizó regiones con la bendición y apoyo de la Iglesia de Roma. Para cuando se lanzó a colonizar el noreste de la Nueva España ya habían pactado que el Clero se sumaría a las expediciones y, de las Órdenes religiosas, los franciscanos tenían una mayor presencia activa. Al fundarse en forma definitiva la Ciudad de Monterrey en 1596, una de sus primeras acciones relevantes fue integrarse al curato de Saltillo que dependía del Obispado de Guadalajara. 

  Y seis años más tarde, en 1602, los frailes franciscanos Lorenzo González y Martín de Altamira fundaron el Convento franciscano de San Andrés en una locación  desconocida de la Ciudad de Monterrey. Pero es indudable que estuvo en alguna parte de la vega norte del Río Santa Lucía, cuyo trazo era análogo al de la actual calle de Juan Ignacio Ramón, pues en esa zona se concentraba todo el desarrollo urbano.

  Como se sabe en 1612 una inundación destruyó la Ciudad, obligándola a moverse al sur con todo y el Convento de San Andrés, en derredor de la Plaza de Armas, hoy Plaza Zaragoza. El Convento se edificó en un predio limitado por las calles Melchor Ocampo (antes San Francisco) al norte, y la margen del Río Santa Catarina al sur. Al oriente, entre un callejón que topaba con la desaparecida Plaza llamada Guillermo Prieto y  Pedro Lecea, y al poniente con la calle Mariano Escobedo (antes Del Teatro).  

  Para ubicarlo fácilmente con referencias actuales, este amplio terreno ahora está ocupado por las construcciones del Círculo Mercantil Mutualista, el Palacio Municipal y el desarrollo vertical llamado Edificio Kalos. 

 

El Templo de San Francisco de Asís

 

Dentro de las instalaciones de este Convento franciscano de San Andrés estaba el Templo de San Francisco de Asís, que por un buen tiempo fue el más importante de la Ciudad, pues la Iglesia Parroquial, ahora Catedral Metropolitana de Monterrey, hubo de pasar por un largo y tortuoso proceso de construcción del que pronto hablaremos.  

  La edificación de este complejo religioso de San Andrés fue rápida, pues los frailes contaron con mano de obra abundante y económica: a cambio de comida y techo, los indígenas recién conversos trabajaban en la obra. El diseño del Convento contemplaba espacios amplios porque los franciscanos pensaban convertir a bastantes indígenas, y lo consiguieron. Además, serviría para catequizar a hijos de peninsulares y criollos. 

  El Convento de San Andrés albergó a la primera Escuela del Nuevo Reino de León, y fue asiento de un popular cementerio para indígenas y personas comunes. Esto era debido a que su ubicación le hacía útil para muchas cosas, por ejemplo, fue también Plaza de Toros.

  Por su parte, el Templo de San Francisco no era ostentoso, sus paredes estaban decoradas sólo con imágenes de Cristo y la Virgen, San Francisco, San Andrés y el Viacrucis. Claro que además tenía todo lo necesario para la celebración del culto, como un campanario y la indispensable pila de bautismo. Aunque se tienen noticias de que con el tiempo se le fueron agregando otras imágenes y pinturas sacras.  

  Su mantenimiento era aceptable, considerando que los daños causados por las recurrentes inundaciones y varios incendios sufridos durante su vida útil fueron reparados rápidamente. Además, como su amplitud y ubicación potenciaban la versatilidad, en el siglo XIX el Convento de San Andrés se utilizó como cuartel para tropas nacionales y extranjeras en tiempos diversos. 

  Hasta que el gobernador Vidaurri aplicó en 1860 la Ley Lerdo, que nacionalizaba los bienes del Clero. Aunque se declaró que eran necesarios para el culto el Templo y el Convento, se nacionalizaron las habitaciones y patios del claustro. El Municipio instaló allí Escuelas municipales gratuitas, una Cárcel municipal que funcionó hasta finales de siglo y, de acuerdo a las nuevas Leyes de Reforma, el Cementerio desapareció.  

   Hasta ese tiempo, el Templo de San Francisco era uno de los lugares más socorridos para celebrar los bautismos. Pero aún así, en 1867 se presentó la primera petición de demolerlo porque “estorbaba a la traza urbana”. Sin embargo, el obispo Francisco de Paula y Verea convenció agobernador Jerónimo Treviño de que se mantuviera en pie por ser un “monumento histórico y venerable”. 

 

La desaparición del Templo de San Francisco

 

Sin embargo, la llegada del siglo XX resultó trágico para el Templo de San Francisco. Con la grave inundación de Monterrey en el año 1909 su edificio se dañó gravemente y muy pronto fue restaurado. Empero, apenas estaba operando en buenas condiciones cuando fue víctima del radicalismo revolucionario. 
 
 Ocurrió que las fuerzas carrancistas tomaron la ciudad del mes de octubre de 1913 a abril de 1914. Posiblemente no hubiera sucedido nada si estos revolucionarios hubiesen sido encabezados por otro personaje, pero quien ocupó la gubernatura del Estado, fue el general lampacense Antonio I. Villarreal quien instruyó a sus tropas para que se acomodaran en el anexo del Templo de San Francisco.  

  Como Villarreal iba seguido a saludarlas y era un anticlerical a ultranza, le ganaron las ganas ordenando en el primer trimestre de 1914 que se demoliera el bello Templo. De inusual manera sus tropas sacaron las imágenes de los santos, el confesionario y otros objetos de madera para ser quemados. Desde luego que no faltan las anécdotas no muy bien documentadas, entre ellas que algunas figuras religiosas fueron “fusiladas”. 

  Ciertamente se salvaron algunas piezas de arte sacro, como la escultura de Santo Domingo de Guzmán, la pila bautismal, una Viga, las Campanas y la Puerta principal. Algunas de ellas se exhiben en el Museo Regional del Obispado. El resultado de ese crimen histórico fue que el terreno que ocupaba el Templo de San Francisco quedó baldío, pero su imagen sobrevive al ser parte del Escudo de Nuevo León. 

 

 

FUENTES 

 

Historia del Nuevo Reino de León (1577-1723), Eugenio del Hoyo, versión electrónica. 

El Templo de San Francisco de Monterrey, Gobierno del Estado de Nuevo León, Dirección de Acción Cívica y Editorial, 1983 

Monterrey en la época Colonial, 1596-1810, Gerardo Zapata Aguilar, Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León 

 

 

                                                  La Capilla de Santa Rita

 

En la esquina noreste del cruce de las calles de Padre Jardón (antes calle de San Francisco) y Doctor Coss (Callejón de la Horchata y luego de Santa Rita), a fines de la época colonial y principios de la vida independiente existió una pequeña Capilla dedicada a Santa Rita, en honor a la santa italiana del siglo XV, patrona de los matrimonios, la familia, las causas imposibles y los enfermos. 

  Esta Santa tuvo una sufrida existencia marcada por dos tragedias familiares, hasta que fue escuchada por Dios. Luego de orar fervorosamente a San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino, apareció y hubo de sobrellevar un estigma milagroso en su rostro que la martirizó los últimos catorce años de su vida. Fue canonizada en el año de 1900.  

  Regresando a la encantadora capillita de sillar llamada Santa Rita, hay datos de que fue construida (no se sabe la fecha pero puede calcularse entre 1766 y 1799) por la devoción de una familia reinera apellidada González Hidalgo. Se edificó en la parte oriente del predio y al frente se habilitó una pequeña plaza o atrio. Tenemos certeza de que la Capilla de Santa Rita aún existía en el año de 1832 porque en una compraventa realizada sobre un predio vecino, fue referenciada. 

  “Venta y cesión de derechos. Pedro Soler, Juan Nepomuceno Reyes, Félix Gonzáles y María Decidora García, se presentan ante Victoriano Martínez, Alcalde 2º y Juez de 1ª Instancia, declarando que Pedro Soler vende a Francisco Péres (sic) un cuarto y el pedazo de solar que le corresponde en medio de un solar de mayor extensión, ubicado contiguo a la capilla de Santa Rita, por el lado del norte; el cual redimieron él mismo y Josefa García, de la hipoteca que sobre dicho solar caía a favor del Juzgado Eclesiástico, lo vende en la cantidad de 300 pesos”.  

 

Frente a la capilla de Santa Rita, en su atrio o plaza frontal, existió algún comercio, como se ve en esta Acta de Cabildo donde se autoriza un puesto de venta de carnes: 

 

“Sesión del 24 de Julio de 1848. Presidencia del Señor Licenciado Martines Don Domingo Leída y aprobada la acta anteríor se dió cuenta con lo siguiente… por la comisión de carnes para formar puesto de espendió de ellas en el punto de Santa Rita: se mandó estender libramiento Aprobado el dictamen de la Comisión en la solicitud de una de las públicas de la Ciudad, hecha por el C. Domingo Zambrano se acordo de conformidad y cuidando la comision de obras en que la (ilegible) y mostrando que se hagan sean con las dimensiones y solides nesesaría en cuanto a su formación y maderas…” 

  La Capilla de Santa Rita debió haber sido pequeña, pues así se representa en los mapas de la época, y desaparece de la cartografía después de pasada la década de los años 60 del siglo XIX. Es probable que no sobreviviera a las Leyes de Reforma, que arrasaron con muchas obras históricas en todo el país. 

 

 

FUENTES 

 

Un siglo de Monterrey: Desde el Grito de Dolores hasta el Plan de San Luis, 1810-1910, Isidro Vizcaya Canales, Comisión Estatal para la Conmemoración del Bicentenario del inicio de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana, 2010. 

Estampas antiguas de Monterrey, José P. Saldaña, Gobierno del Estado de Nuevo León, 1981 

Archivo de Monterrey, selección PROTOCOLOS, VOLUMEN 36, EXPEDIENTE 115