Cada año más de dos millones de personas mueren por enfermedades que se propagan a los humanos a partir de animales silvestres y domésticos. El cambio climático favorece cada vez más a los patógenos y parásitos que las originan.
Enfermedades infecciosas emergentes como el ébola, virus del Nilo, SARS, Lyme e influenza H1N1 son una de las graves consecuencias que ha traído a la humanidad el cambio climático.
Roberto Mendoza Alfaro, profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, aseguró que las enfermedades zoonóticas –aquellas que se pueden transmitir entre animales y humanos- representan el 75 por ciento de las enfermedades emergentes que afectan actualmente a las personas.
El Instituto Internacional de Investigación Ganadera descubrió que más de dos millones de personas al año mueren por enfermedades que se propagan a los humanos a partir de animales silvestres y domésticos.
“En el contexto de la globalización y el comercio y los viajes expansivos, estas enfermedades pueden viajar muy rápidamente, lo que plantea serias preocupaciones de salud pública, desarrollo y economía”. Roberto Mendoza Alfaro, Director del Laboratorio de Ecofisiología del Departamento de Ecología de la UANL
Sirva como ejemplo que, de acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la pandemia de influenza tuvo un costo de 3 trillones de dólares.
En 2016 se calculó que el costo de futuras pandemias (como el coronavirus) podría ser del mismo orden que las del cambio climático.
Virus Nipah y Hendra, un claro ejemplo
El virus Nipah (1998) en el sur de Asia y el virus Hendra (1994) en Australia, ambos en el género de los virus henipah, son los ejemplos más urgentes de cómo la alteración de un ecosistema puede causar enfermedades.
Estos virus se originaron con los murciélagos frutales, Pteropus vampyrus, también conocidos como zorros voladores. Esta especie tuvo que buscar otro hábitat debido a la desmedida tala de árboles en Asia, contagiando primero a los cerdos y estos a los campesinos.
“Ya que coevolucionaron durante millones de años con estos virus son prácticamente inmunes, pero una vez que los virus atacan a otra especie que no evolucionó con ellos empiezan las pandemias.
“Su letalidad es sorprendente, ya que de 276 personas infectadas en Malasia, 106 murieron. Hasta el momento se han detectado 12 brotes infecciosos”, precisó el miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y de la Academia de Ciencias de Nueva York.
Otro ejemplo de esta situación ocurrió en la Amazonia, donde un estudio demostró que un aumento de la deforestación en un 4 por ciento acrecentó la incidencia de la malaria en casi un 50 por ciento.
La causa fue que los mosquitos, que transmiten la enfermedad, se beneficiaron de la combinación correcta de la luz solar y agua en áreas recientemente deforestadas.
“Además, cuando el hombre invade un ecosistema erosionando la biodiversidad se deshace de las especies que cumplen una función protectora. Este es el caso de la enfermedad de Lyme, ya que al fragmentar los bosques huyeron los zorros y los búhos y empezaron a proliferar los ratones de patas blancas que son los principales reservorios de la bacteria causante de este mal”, puntualizó Roberto Mendoza, miembro del Sistema Nacional de Investigaciones, nivel II, del Conacyt.
Cambio climático favorece a patógenos y parásitos
Roberto Mendoza aseguró que el aumento de la temperatura influye en la reproducción y el periodo de incubación de algunos patógenos y parásitos.
“Por ejemplo, el periodo de incubación de la malaria se reduce de 26 días a 20 grados centígrados a solo 13 días a 25 grados centígrados y la reproducción de la salmonella aumenta a medida que aumenta la temperatura entre 7 y 37 grados centígrados”, explicó el miembro del Directorio de Expertos de la CONABIO en materia de bioseguridad.
Asimismo, agregó que es evidente que la cantidad y distribución geográfica y estacional de patógenos y parásitos empieza a presentar cambios importantes.
“La temperatura afecta además la distribución espacio-tiempo de los vectores de enfermedades. A medida que la temperatura continúa aumentando, los insectos en las regiones de baja latitud pueden encontrar nuevos hábitats en regiones de latitud media o alta, lo que lleva a la expansión geográfica de las enfermedades”.
Es por esta razón que la malaria, la tripanosomiasis africana, la enfermedad de Lyme, la encefalitis transmitida por garrapatas, la fiebre amarilla, la peste y el dengue se han distribuido en un rango más amplio, aseguró el especialista de la UANL.