17/May/2024
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Pintar para ser y hacer, Saskia Juárez

A lo largo de su trayectoria en su vida artística y personal, Saskia Juárez enfatiza que entre las diferentes bellas artes, por ejemplo la poesía y las artes plásticas, el lenguaje es el mismo, lo que importa es el cómo llega el mensaje en la pieza.

 

La obra de Saskia Juárez se encuentra en distintos recintos universitarios, por ejemplo, el lobby de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria, en donde el tríptico Monterrey de las montañas brinda un descanso visual a todo visitante.

 Cerca de cumplir 79 años, Juárez recuerda algunas anécdotas que tienen como punto de partida las artes visuales.

 Saskia Eloísa Juárez Green nació en Monterrey el 18 de julio de 1943. Su padre es diseñador mexicano y su madre es norteamericana, ambos amantes del arte. En su niñez vivió una infancia feliz aunque un poco enfermiza en un Monterrey distinto al de la actualidad.

 

 

En aquel entonces vivían en el área metropolitana alrededor de 250 mil habitantes, por lo que muchas personas tenían la coincidencia de conocerse entre sí. Una ciudad de gente trabajadora donde las fábricas abrían sus puertas a las seis de la mañana para que ingresara el obrero a trabajar.

 “Era un rol básicamente de obreros lo que tenía la ciudad de Monterrey con tanta fábrica que había como la Fundidora o Cervecería. Éramos un poco bruscos pero no dejábamos de tener cierta calidez.

 “Como los habitantes de los pueblos alrededor de la ciudad se fueron mudando a la ciudad para lograr una mejor educación de sus hijos. Cuando yo tenía cerca de un año de edad me llevaron a la colonia Anáhuac que colinda con la colonia Chapultepec, que en aquel entonces era una colonia popular donde había muchos obreros”, relató la artista.

 

La ventana hacia el misterio

El Monterrey de su niñez fue una ciudad habitada por gente de los pueblos vecinos que habían venido a asentarse en la capital buscando aquella simbología del trabajo.

 Por casualidades de la vida, Saskia pasó mucho tiempo en cama; desde esa ubicación, admiraba la orografía del paisaje.

 

 

“Desde la ventana de las habitaciones no había nada que se interpusiera entre mi vista y las montañas. Veía perfectamente la M de la Sierra Madre y yo de niña pensaba que esa M la habían puesto porque significaba la palabra Madre.

 “Todos los días veía a la montaña y resultaba un misterio para mí, una niña de seis años. Lo interesante es que en mi casa mi mamá y papá pintaban, a veces salíamos al campo y ellos pintaban. Mi padre se retiró de la pintura como pintor frustrado; eso me lo hizo ver toda su vida porque no quería que yo fuera pintora, decía que me iba a frustrar y más por ser mujer”, dijo Saskia Juárez, Pintora.

 El ejemplo materno fue el primer modelo de vida para la niña que más tarde ingresó a talleres de arte y luego se mudó a la Ciudad de México para estudiar en la prestigiada Academia de San Carlos de la UNAM.

 El destino estaba tejiéndose para la joven Saskia. Ahí tenía una amiga de la escuela que resultaba ser hermana de Javier Sánchez, en aquel entonces un jovencito que asistía al taller de artes plásticas en donde también coincidía Alberto Cavazos. Años después, ellos tuvieron el reconocimiento como iconos de la plástica regiomontana.

 Tanto Sánchez como Cavazos eran vecinos de la colonia Chapultepec, por lo que hacían uso del mismo transporte colectivo al finalizar las clases. En esos camiones pasaban por la Plaza de Toros en Av. Universidad hacia la colonia Anáhuac. En ese trayecto se dio la revelación para Saskia.

 

 

“Fui una niña enfermiza, con asma. Así que tuve que pasar mucho tiempo en cama y mi mamá me acercaba cuadernos, colores, lápices y yo me ponía a jugar. Todo eso me centró hacia mi interior, que me calmara y dijera que la vida valía la pena", señaló Saskia Juárez.

 “Ya en secundaria la Universidad lanzó una convocatoria para realizar el logotipo de la Facultad de Agronomía y me puse a hacer un diseño que a mí hasta ahora me gustó mucho, creo que era un buen diseño geometrizado pero no ganó.

 “Cuando vi el logotipo de agronomía dije ‘el mío era mejor’. Yo estaba en la Secundaria No. 3, en la Colonia Del Prado, y era compañera mía una hermana de Javier Sánchez y amiga de Alberto Cavazos, quienes venían del taller de artes plásticas con sus dibujos y sus materiales”, recordó.

 Desde el 31 de enero se encuentra la exposición de las últimas 12 piezas Saskia Juárez: color, luz y sombra, en el Colegio Civil Centro Cultural Universitario.

 

 

La decisión

Conocer a Sánchez y Cavazos hizo que Juárez supiera sobre el taller de artes plásticas, único en su modalidad, que poco después fue integrado a la UANL. Los regresos a casa en camión fueron decisivos para que Saskia se armara de valor y solicitara a su padre estudiar arte. Coincidencias que entrelazan a las personas.

 “Mi padre era diseñador gráfico, dibujante publicitario. El taller de artes plásticas era la cochera de una casona entre la calle Ignacio Zaragoza y Albino Espinosa. Era un piso de cemento sin ventanas, hacía frío en el invierno. Debajo de nosotros estaba Lola Bravo con su taller de teatro y junto a la casona se encontraba en aquel entonces la Facultad de Filosofía y Letras.

 “Entonces siempre tuve contacto con los que escribían, hacían teatro y con las artes plásticas. Siempre fue una gran hermandad porque hice escenografía. Me casé con un poeta. Existe correlación con las cosas que te suceden”, relató la pintora.

 La llegada de Andrés Huerta a la vida de Saskia fue otra coincidencia. Él es poeta de temas fundamentales. Un buen día su vida se ligó a la de Juárez para siempre. Aunque en un principio nadie hubiera imaginado semejante romance.

 “Nos caímos mal al principio. Él decía a broma que me había conocido mediante una revista que se encargaba de unir parejas. La realidad era que yo acababa de llegar de México de terminar la carrera de Artes Plásticas en la Academia de San Carlos.

 “Un día llegó Javier Sánchez a decirnos que su amigo Andrés Huerta iba a presentar su primer libro de poemas y me solicitó hacer carteles de publicidad. Un día estaba yo haciendo litografía con los alumnos, y entra Andrés Huerta diciendo ‘Y bueno ¿en dónde está la tal Saskia que yo ni sé quién es?’ A lo que le dije ‘La tal Saskia soy yo y de nada por los carteles’”.

 “Él seguía visitando la escuela y un día me pidió hacer las paces; me invitó un café y nos hicimos amigos. Nunca fuimos novios, de la amistad nos pasamos al matrimonio porque dije ‘a este hombre lo conozco sin hipocresías, sé cómo es, sus fallos y tonteras. Creo que puedo tener una buena vida con él’”, comentó la madre de los cuatro hijos del poeta Andrés Huerta, fallecido en 2001.

 

El trabajo

La relación de Juárez con el paisaje campirano norestense está muy relacionado con el oficio de Huerta. Resulta que el poeta era vendedor de medicamento veterinario, y una de sus tareas era surtir a los pueblecitos vecinos.

 Durante estos viajes, la pintora aprovechaba la actividad mercantil de su esposo, que podía extenderse en ocasiones por más de cuatro horas para trabajar bocetos de lo que sus ojos veían.

“Yo estaba acostumbrada a romper reglas. A mi padre no le agradó mucho mi decisión de casarme con alguien con quien ni siquiera me había presentado como novia. Pero los tiempos aquellos en que las mujeres se sometían al hombre no fueron para mí.

 “Yo no sé escribir nada de poesía y él no sabía pintar pero el lenguaje es lo mismo: cómo te llegan las cosas. Es un lenguaje de percepción de tu entorno. Yo admiraba mucho a Andrés porque con palabras podía decir tantas cosas; y él admiraba mi pintura por la misma situación. Fue mi pareja ideal para poder desarrollarme”, dijo Saskia Juárez.

 Juárez recuerda que el mundo del arte regiomontano se ceñía a algunos grupos y espacios que crecieron gracias a la intervención de la UANL, que arropó al Taller de Artes Plásticas como un anexo de la Escuela de Verano.

 La relación de Juárez con la Universidad puede apreciarse en la cantidad de obra que se encuentra distribuida por los recintos universitarios.

 La pintora recuerda cuando el Dr. Alfredo Piñeyro, rector en ese entonces de la UANL, le solicitó una serie de obras para apoyar el descanso visual de los asistentes a la Capilla Alfonsina. Juárez trabajó a contra tiempo porque tenía fecha límite de entrega.

 La artista cumplió con el encargo, pero Piñeyro le hizo una última petición: un mural. Juárez realizó una pieza monumental en tres partes; para ello, necesitaba una perspectiva angular del valle que representa Monterrey entre las grandes montañas.

Para contar con imágenes que apoyaran a la artista, la UANL usó un helicóptero desde donde se captaron fotografías con las que Juárez trabajó el representativo tríptico del lobby de la Capilla Alfonsina.

 Ante el cambio generacional y las revoluciones sociales del siglo XXI, Juárez aconseja a las mujeres tener sueños, luchar por ellos y ser rebeldes persiguiendo causas nobles, pues, a comparación de su tiempo, hoy existen muchas oportunidades para quien las busca.

 “Yo tuve muchas alumnas mujeres y les dije que no había pretextos para que no hicieran lo que quieren, solo es de poner las cartas sobre la mesa. Si ustedes tienen inquietudes, sueños, no los escondan y peleen por ellos.

 “La mujer ha dejado de ser sumisa. La sumisión no debe existir en ningún ser humano. Si eres rebelde que haya una causa muy precisa. Te das cuenta que no necesitas ser el gran pintor que necesita estar en París o ser muy reconocido; se necesita que con lo que tú hagas seas feliz”, dijo Saskia Juárez.

 “Yo no entiendo a esa gente que quiere ser famosa y gusta de presumir en donde ha expuesto; entiendo que hay gente que necesita eso. Yo en lo particular nunca lo necesité. Yo soy feliz pintando. Espero de la gente joven que hagan lo que más les gusta, que tomen una decisión, ser y hacer”, finalizó.