30/Jun/2024
Editoriales

Héctor S. Maldonado

_¿Cuál es tu afán de hacerte viejo? Me dijo con su ronca voz y típico tono amistoso, Héctor S. Maldonado, cuando me vio con piocha color blanco pletórica de canas. 

El mejor abogado laboralista de Nuevo León y uno de los más reconocidos a nivel nacional era dueño de una humildad que sabía a agua fresca en el árido desierto de espinas y alicantes de los conflictos laborales o políticos.

Ante su oportuna pregunta sonreí, porque su crítica siempre fue constructiva, con ganas de ayudar, y entendí que debía rasurarme. 

Pero no le hice caso y seguimos compartiendo nuestros puntos de vista disfrutando de un buen desayuno en el Café Político: huevos con nopalitos acompañados de una tira de tocino de cerdo, y empujados por una taza de café bien caliente. 

Extrañaré sus llamadas telefónicas tempraneras que marcaban agenda, pues su olfato político identificaba rápidamente los temas importantes. 

Siempre tenía novedades en su especialidad, las relaciones obrero patronales, como las reformas laborales que se gestaban en el centro del poder nacional. 

Nunca dejó de asombrarme su admirable habilidad de convertir lo irremediable en punto de partida. Su expresión reprobatoria de las acciones equivocadas del gobierno, duraba tanto como su sonrisa de cuando tomaban el curso correcto.

Ipso facto reasumía la mesura y partía de la nueva realidad para analizar lo que debía hacerse en cada caso.

Su optimismo era demoledor al ser el único neolonés que aún creía en la piedra filosofal, el unicornio y en el estado de derecho.

Fue un ser humano portentoso, que jugaba sofbol, y era el maestro decano de la facultad de leyes, y escribía un libro o una crónica histórica y contaba anécdotas de la media docena de gobernadores con los que trabajó, y que siempre se refería con inmenso cariño a su familia.

Su asombrosa capacidad para resolver conflictos se debía en parte a sus conocimientos y experiencia, pero en mucho, porque traía a todas luces la buena fé atada al cuello. 

Estimado Héctor, pronto nos volveremos a ver, y nos reiremos de nuevo de lo sucedido en el viaje a San Antonio.