• Cesó la colaboración entre el Ejecutivo, el Conahcyt y el Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
El Presidente de la República no tolera la crítica y reacciona en contra de todo lo que lo contradice o señala las deficiencias de su gobierno; descalifica a la oposición, acusa a los medios de comunicación, demerita a los empresarios y desacredita a los órganos autónomos. Tiene fobia y aversión a la autonomía de los actores públicos, pues sabe que son la fuente de versiones de la realidad distintas a la suya.
En el último capítulo de su embestida “autonomofóbica”, el Presidente dio término a la colaboración entre el Ejecutivo federal y Conahcyt (antes Conacyt) y el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, A. C. (FCCyT), y canceló a éste el presupuesto.
Aunque 11 mil científicos y prominentes miembros de esta comunidad de investigadores se han expresado en contra de este acto de barbarie, la cabeza del Ejecutivo ha dicho que “aunque ha habido resistencias, incluso dentro del mismo gobierno (…) yo soy muy obstinado, tengo muy claro lo que quiero”, de modo que la medida tiene una explicación personal y no parece tener vuelta atrás.
El asunto es muy grave por cuanto se suma a una sucesión de ataques a la autonomía universitaria, nacional y local, a las instituciones académicas de excelencia –el CIDE, los Colegios de México, Jalisco, de la Frontera Norte, de Michoacán, del Sureste, Ciesas– y al Cinvestav: baluarte de la investigación aplicada y un laboratorio de calidad internacional para los sectores productivos.
Es por eso que el doctor José Sarukhán, exrector de la UNAM y fundador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), deploró los gestos presidenciales que bautizó como “autonomofobia”, una “muestra de reticencia y resistencia a estos organismos que no están bajo orden o control y que pueden generar opiniones poco placenteras”. Como coincide el doctor José Franco, del Instituto de Astronomía de la UNAM, “la asesoría que le están dando al Presidente en materia de ciencias está basada en mentiras, pues de otra manera tendría más clara la película”.
Esto parecería explicar la tozudez del Ejecutivo, en su afán de demoler esos “pegostes” inventados en gobiernos anteriores. En el fondo, seguramente está preocupado porque el 10 de abril el FCCyT firmó un convenio de colaboración con Fonatur para llevar adelante estudios de fundamentación de las obras del Tren Maya, “sustentados en hechos comprobables y con base en conocimientos científicos”.
Más vale cortar por lo sano y eludir la evidencia científica, habrá pensado el huésped de Palacio Nacional al desaparecer el FCCyT.
La decisión del Presidente no está bien informada. Basta repasar el catálogo de investigaciones del Foro para entender la relevancia de una institución formada por el claustro académico de las universidades y centros de investigación más prestigiados, organismos comprometidos con la innovación como Coparmex o proyectos universitarios que estaban generando empleos en las comunidades.
El Foro es una instancia interinstitucional e interdisciplinaria característica de una economía de “triple hélice” (basada en la colaboración entre la academia, el gobierno y la industria) como la que necesita una economía competitiva, abierta y global. Pero tiene el pecado de ser independiente. Y eso no es tolerable en un gobierno que se guía por un Plan Nacional de Desarrollo que es en realidad el plan de un hombre, donde el tema de la ciencia y la tecnología no merece más de diez líneas de vaguedades y, claro está, una oferta populista de becas. La autonomía es inadmisible para un político que no tolera la crítica.